lunes, 23 de diciembre de 2013

La Navidad y el consumo

Aprovechando que la Navidad está muy cerca, voy a escribir el último post de este año sobre el consumo en estas fechas. Antes que nada, quiero decir que por mucho que reneguemos de estas fiestas, no es verdad que estos días sean como cualesquiera otros. Hay personas que odian la Navidad y todo lo relacionado con ella: las comilonas, las compras, los regalos, la decoración, las reuniones, etc. Y pretenden que estos días no son, o no deberían ser, días especiales. Pero no es así; demasiadas cosas a nuestro alrededor nos recuerdan que son fechas señaladas. Además, creo que, más allá de su significación religiosa para algunos o de su significación social para otros, la Navidad podría cumplir una función importante respecto a nuestra inclinación por el consumo.

martes, 17 de diciembre de 2013

Lucha parcial vs. lucha total

Tanto en la defensa de los derechos de ciertos colectivos (mujeres, homosexuales, inmigrantes, trabajadores, etc.) como en la lucha por un mundo mejor en general, más bien pronto que tarde se presenta una elección difícil: llevar a cabo una lucha parcial, por etapas, hasta el fin deseado, o una lucha total, de o todo o nada de una vez. Quizá en un primer momento, nos puede parecer que las luchas parciales y sus victorias momentáneas son más sensatas, pues generalmente no se gana una guerra con una única batalla. Entonces, ¿cuál es el problema de las luchas parciales? ¿Por qué algunos prefieren las luchas totales? Bueno, el problema de las luchas parciales es que, como nos muestra la historia, pueden contribuir  -o puede interpretarse que contribuyen- a perpetuar la situación que nos aleja del fin último perseguido en la lucha. Expliquemos esto con algún ejemplo.

viernes, 13 de diciembre de 2013

¿Por qué nos molesta el lumpen?

Hoy voy a hablar de un tema incómodo: el comportamiento desagradable del lumpen. Hace unos días, paseando por un puente, me crucé con un chico de aspecto marginal (de chabolista) que iba dando golpes con un palo en las varillas de la barandilla del puente  a medida que iba caminando. El ruido que hacía y su actitud resultaban molestos. Me acordé entonces de comentarios que he oído muchas veces sobre cómo este tipo de gente siempre da la nota, molesta o busca bronca. Incluso personas moderadas y no sospechosas de clasismo hacen este tipo de observaciones. Pese a que odio ciertas generalizaciones, creo que hay algo de verdad en estas percepciones. Y como me parece que es importante intentar comprender los comportamientos con los que nos encontramos, voy a intentar explicar por qué algunas personas marginales se comportan como lo hacen y por qué los que no somos marginales pero convivimos cerca de ellos les tenemos cierta manía.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Al menos una vez en la vida

Son muchísimas las acciones que podemos llevar a cabo en nuestra rutina diaria para racionalizar nuestra vida. Algunas personas procuran seguir ciertos preceptos como no tirar comida o reciclar el vidrio que consumen, por decir algunos casos, pero son reticentes a la hora de seguir otras acciones también recomendables, aunque menos populares y aceptadas, desde el punto de vista de una vida racional. A continuación, enumero una serie de acciones que, ya sea por prejuicios, manías o comodidad, algunos no siguen, pero que creo que se deberían realizar al menos una vez en la vida:

martes, 3 de diciembre de 2013

Miss manzana y la ley de la oferta y la demanda

Las frutas y las verduras que venden en los supermercados destacan por su aspecto perfecto: suelen ser piezas impolutas, de colores brillantes, formas regulares y tamaño considerable. (Por desgracias, otras cualidades organolépticas como el olor y el sabor no tienen por qué acompañar). Sin embargo, y aun considerando la selección artificial por parte del hombre, sabemos que la naturaleza produce manzanas, pongamos por caso, con aspectos variados y con imperfecciones según nuestros criterios de lo que debe ser una miss manzana. ¿Qué sucede con todas esas manzanas feas, que la naturaleza no ha hecho con las medidas para ser una miss, o que simplemente por un accidente no presentan un aspecto lo más lustroso posible? O acaban en pequeñas tiendas, donde se venden a un precio más bajo que sus congéneres guapos, o se desechan por el camino. Esto último implica que se les busca una salida alternativa (como ingredientes de purés, compotas, mermeladas, etc.) o sencillamente se tiran a la basura, según admiten los productores que abastecen en exclusiva a los grandes distribuidores.

viernes, 29 de noviembre de 2013

El capital de las mujeres

Supongamos que nos dan, sin haberlo pedido ni haber hecho ningún mérito para ello, una importante suma de dinero. Es tan importante como para empezar un nuevo negocio, invertir en algo y sacar un rédito o simplemente para cumplir algún sueño. Algo así como un premio de la lotería de los que no arregla la vida pero puede marcar un punto de inflexión. Bueno, en tal situación, es de suponer que casi ninguno rechazaríamos ese regalo. Y seguramente tampoco guardaríamos ese dinero, sin disponer nunca de él, avergonzados porque no es fruto de nuestro esfuerzo. Ni lo destruiríamos. Aunque no nos lo hayamos ganado, aprovecharíamos esa oportunidad de mejorar nuestra situación económica o la de nuestros allegados, ¿verdad?

miércoles, 27 de noviembre de 2013

El futuro y la importancia de ser valiente

En la última entrada de este blog, dejé pendiente escribir algo sobre las razones de la discordancia entre el discurso que defendemos y nuestra práctica diaria. No creo que haya justificar mucho la existencia de tal discrepancia. Nos posicionamos, por ejemplo, contra el deterioro del medio ambiente y a favor de reducir el consumo, pero nuestros hábitos diarios van por otro camino: seguimos consumiendo innecesariamente y deteriorando el planeta de mil maneras diferentes. Del mismo modo, defendemos nuestro derecho a reclamar ante los abusos, o a actuar conforme a las propias ideas. Sin embargo, a menudo nos callamos ante los abusos que sufrimos como clientes de ciertas empresas, o actuamos guiados por el qué dirán.

lunes, 25 de noviembre de 2013

La razón y la motivación

Algunas afirmaciones razonables de entrada, como ‘No hay que consumir irracionalmente’ o ‘hay que procurar contaminar menos’, son ampliamente compartidas en la población. Otra cosa es que actuemos en consecuencia… (dejo para otro post el análisis de la divergencia entre la razón y la práctica). Hoy quiero centrarme en el caso de algunas afirmaciones que también nos parecen razonables a algunos pero sobre las que no hay tal acuerdo general. Algunos ejemplos de esto último: ‘No siempre lo más caro es lo mejor (-de hecho, casi nunca)’, ‘Es mejor estar informado que vivir en la ignorancia’, ‘También es cuestionable lo que dicen los expertos’. Por muy razonables que nos resulten estas frases a algunos, hay, sorprendentemente, mucha gente que las niega tranquilamente. Esto se traduce en que, por ejemplo, muchos pagan convencidos un precio más elevado por un producto innecesariamente, otros muchos defienden que es mejor no leer el etiquetado de los productos que compran para no complicarse la vida, y muchas personas no permiten la más mínima crítica al consejo de un experto aunque tal consejo atente contra la razón.

lunes, 18 de noviembre de 2013

El dilema del reciclaje en los contenedores de colores

De entrada, a casi todos nos parece que reciclar es mejor que no hacerlo. Pero no somos nosotros, los que tenemos que reciclar, los que decidimos cómo hacerlo. Son las administraciones, junto con la empresa privada, las que han puesto las normas sobre cómo y dónde hay que reciclar lo que nos sobra. Y -no menos importante- también ellas han decidido quién se beneficia del reciclaje de nuestros desperdicios. Si pensamos un poco en el sistema que han montado para el reciclaje (al menos en Barcelona, e imagino que es extensible a la mayoría de poblaciones de España), en seguida aparecen razones en contra.

Una de ellas es que ya hace tiempo que el reciclaje es un negocio que las administraciones han dejado en manos privadas. Los residuos que se depositan en los contenedores amarillo, verde y azul son gestionados por empresas privadas que obtienen un beneficio a partir de los productos que les regalamos y les entregamos ya separados según sus necesidades. Debemos notar que, aunque hablemos de desechos, tienen un valor económico (que pagamos a la hora de adquirirlos) y cederlos es ceder ese valor económico. Por si esto fuera poco, estamos haciendo gratis a la empresa privada el trabajo de la separación previa de los residuos según sean plástico, vidrio o cartón. Esta situación (regalar materiales y trabajar gratis para la empresa privada) es intolerable y creada por la administración para satisfacer ciertos intereses privados. Lo justo, naturalmente, sería premiar de alguna manera al ciudadano que recicla (aportando los materiales por los que ha pagado previamente y tomándose el trabajo y el tiempo de separarlos) con exenciones fiscales, pagándole directamente o mediante alguna otra fórmula.

jueves, 14 de noviembre de 2013

El prestigio de las marcas y la ética

Sin duda, la mejor opción es no consumir; es decir, apañárselas con lo que uno tiene -posibilidad mucho más disponible de lo que solemos pensar. Sin embargo, a veces - muchas menos de las que solemos pensar- es necesario comprar algunos productos. Y es a la hora de comprar cuando hay que decantarse por una marca u otra, por un fabricante u otro. Y es entonces también cuando el fenómeno del prestigio social de las grandes marcas puede empezar a operar para decantar definitivamente la balanza. Sin embargo, lo que una experiencia diaria, libre de prejuicios en la medida de lo posible, nos dice es que el prestigio de las marcas no tiene por qué estar justificado y, generalmente, no lo está. Hay marcas o fabricantes poco conocidos que ofrecen productos equivalentes a los de las grandes marcas (y a un precio mucho menor).

jueves, 7 de noviembre de 2013

La necesidad de decrecer por la ley de la compensación

En general, estamos casi todos de acuerdo en que la degradación y contaminación del medio ambiente, así como el agotamiento de ciertos recursos naturales y el daño infringido a otras especies, ha llegado a un límite peligroso. En alguna medida, el problema se ha vuelto irreversible (por ejemplo, en el caso de la extinción de algunas especies), pero todos, o casi todos, reconocemos la necesidad de hacer algo para intentar revertir la situación en la medida de lo posible (conseguir sólo mantenerla, aunque no empeore, sería también un fracaso, teniendo en cuenta la gravedad de la situación actual). El programa concreto que habría que llevar a cabo para revertir la situación del planeta podría ser muy complejo y con muchos frentes, pero la idea de fondo que lo animaría es sumamente sencilla: hay que decrecer.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Los objetos artísticos como mercancías

Los objetos concretos que constituyen obras de arte (cuadros, esculturas, etc.) son un tipo especial de objetos y, en particular, de mercancías. A diferencia de lo que suele ocurrir con los objetos de lujo, el precio de las obras de arte no se corresponde con la calidad de los materiales empleados en su composición, o con la inversión necesaria para su producción. Un cuadro puede valer millones aunque los materiales para hacerlo cuesten unos pocos euros o el tiempo y trabajo invertidos sean mínimos. Así, una obra de arte reconocida, en cuanto a la calidad de sus materiales o el coste de su proceso de producción, puede parecerse más a cualquier objeto cotidiano producido en serie, pero con un precio o valor de mercado más próximo al de un objeto de lujo. Aunque, claro, una característica que los objetos artísticos comparten con los objetos de lujo es una cierta exclusividad (mayor, generalmente, en el caso de las obras de arte). La exclusividad es un valor que, operando al margen de la ley de la oferta y la demanda, puede añadir valor de mercado a un producto. Sin embargo, es claro que la exclusividad no es lo más importante para determinar el precio de una obra de arte, pues tan exclusiva es una obra de Picasso como una obra del pintor de mi barrio.

lunes, 28 de octubre de 2013

Reflexionando a partir del efecto placebo y del efecto nocebo

Como amante de la objetividad, me fascina el efecto placebo. Tal efecto consiste en la mejora de un estado de enfermedad o malestar por parte de un sujeto cuando éste, de alguna manera, cree erróneamente que le está siendo administrada cierta terapia médica que incide directa y positivamente sobre sus síntomas. Así, por ejemplo, un paciente aquejado de alguna dolencia al que se le administra la socorrida agua con glucosa, haciéndole creer que se trata de un medicamento para su afección cuando no es así, sufre el efecto placebo si experimenta una mejora tras la ingesta. Como se sabe, el efecto placebo es un efecto muy comprobado y extendido. Pero eso no es todo; también existe el efecto nocebo. Este efecto complementa al efecto placebo y consiste en el empeoramiento del estado de salud o bienestar cuando el paciente (o, mejor, su cerebro) está convencido equivocadamente que ha sido objeto de algún tratamiento que causa ese empeoramiento. Así, por ejemplo, se produce el efecto nocebo cuando un paciente espera que cierto fármaco que ha tomado, digamos, y que es realmente inocuo, empeorará sus síntomas y, efectivamente, así sucede.

martes, 22 de octubre de 2013

Crítica publicitaria: la memoria y la publicidad

Muchas veces se ha destacado que una estrategia típica de la publicidad comercial es la apelación a nuestra parte más emocional; para ello, usa como reclamo el sexo, el triunfo social o la seguridad en uno mismo. No voy a discutir hoy el éxito de esta táctica, aunque tengo mis reservas sobre que esa estrategia funcione tan bien como los publicistas parecen creer. Voy a hablar de la apelación de la publicidad a una de nuestras capacidades conscientes y racionales: la memoria. La idea que hay tras esta táctica es simple: recordarnos la existencia de un producto. Una vez que un producto de una cierta marca es conocido, los anuncios nos van recordando periódicamente su existencia (y vigencia). ¿Qué consiguen estos recordatorios? Básicamente, otorgar al producto en cuestión un tipo de prestigio de los más valorados: el prestigio de mantenerse a lo largo del tiempo. Quizá el principal éxito publicitario de las marcas más grandes y conocidas es haber conseguido tener esa imagen de marcas-de-toda-la-vida (y no que pensemos que sus productos poseen las cualidades casi mágicas que insinúan los anuncios, pues nadie cree ni en la literalidad ni en la sugestiones de esos mensajes -salvo cuando hay apelaciones a la ciencia).

viernes, 18 de octubre de 2013

Un ejército de esqueléticos

Ayer, paseando por la Meridiana de Barcelona, vi una señora parada en medio de la acera con un aspecto sobrecogedor. Estaba exageradamente flaca, recordaba a un esqueleto. Inevitablemente pensé en las imágenes de los prisioneros de los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial. Aparte de mí, un turista que esperaba en un semáforo también miraba a la señora de reojo como asegurándose que sus ojos habían percibido bien. Aunque la señora parecía pasar desapercibida para los demás, estaba visiblemente fuera de la normalidad. Imaginándome los motivos de su estado, barajé, claro, la posibilidad (bastante probable) de alguna enfermedad, pero quise hacer el ejercicio de suponer que estaba desnutrida por no tener medios económicos para alimentarse adecuadamente.

miércoles, 16 de octubre de 2013

¿Consumidores o seres racionales?

Los seres humanos tenemos muchas facetas. Entre nuestras facetas sociales, públicas, están, por ejemplo, la de votante, la de contribuyente, la de trabajador, y también la de consumidor. Ésta última es especialmente destacada en los análisis de las sociedades modernas. Estableciendo el paralelismo con nuestra condición de votantes, a menudo se recalca que nuestra condición de consumidores nos otorga un cierto poder: el de aumentar o disminuir la cuota de mercado de las empresas que nos venden los productos, y, en definitiva, darles o quitarles beneficios. Además, como ejercemos cada día nuestra condición de consumidores –a diferencia de nuestra condición de votantes, por ejemplo- parece que es una de las facetas que nos proporciona un mayor poder de decisión y de actuación. De hecho, el fenómeno de las asociaciones de consumidores ha nacido, crecido y encontrado su apogeo en la exaltación de esa condición nuestra, la de consumidores, que parece capaz de incidir en el mercado, la esencia de nuestra economía, de una manera que nuestra participación en política no parece poder hacer[1].

lunes, 14 de octubre de 2013

Historias nuevas

¿Qué tienen en común las historias que se detallan a continuación?

(1) Tras quedarse en paro y agotar la prestación por desempleo, X lamenta haber tirado en el pasado todo el dinero que malgastó en cosas que no necesitaba. ¡Si pudiera devolver ahora alguna de esas cosas inútiles y recuperar el dinero que invirtió en ellas…! X se ha prometido a sí mismo que, de ahora en adelante, aunque vuelva a tener un buen empleo algún día, no volverá a desperdiciar su dinero de esa manera.

(2) Tras haber estado a punto de morir en un grave accidente de coche, Y se da cuenta que lo más importante en la vida no es el trabajo, sino disfrutar de los seres queridos y apreciar el hecho de estar vivo y sano. Antes del accidente, la mayor parte del tiempo libre y de los esfuerzos de Y eran para su trabajo y no reparaba en nada más. Tras perder un ojo, valora más la salud y el cariño de los que le acompañaron en los peores momentos.

jueves, 10 de octubre de 2013

Elogio de la abstención

Un error habitual es hacer algo cuando es mejor no hacer nada. Abstenerse, omitir, dejar de lado, ignorar, pasar olímpicamente de algo, son muy buenas opciones en determinadas situaciones. Como ya empieza a ser habitual en este blog, paso a exponer un listado con algunas de estas situaciones:

(i) Una primera situación clara se da ante la tentación de consumir innecesariamente. Lo mejor, entonces, es abstenerse. Hay gente que tiene la idea que comprando esto y no aquello está ejerciendo su máximo poder como consumidor y enviando ciertos mensajes a las empresas comercializadoras. Aunque las decisiones sobre lo que uno compra son importantes y, efectivamente, pueden tener consecuencias, no hay que perder de vista que la máxima libertad, independencia y poder sobre las marcas (esto incluye todo, también las marcas blancas) es prescindir de ellas si no las necesitamos –y no las necesitamos.

martes, 8 de octubre de 2013

Una mala asociación: minimalismo y productividad

Veo que algunos autores que escriben en Internet están vinculando lo que ellos llaman ‘minimalismo’ con la productividad. Para ellos, el minimalismo consiste en desprenderse, siguiendo ciertos procedimientos pautados, de lo superfluo y excesivo en muchos ámbitos de la vida. Aparte de defender este estilo de vida (de inspiración new age y sin más argumentos), también defienden la productividad, tanto en el trabajo como en el tiempo de ocio (!). Me parece curiosa esta asociación entre el minimalismo y la productividad. Uno diría que el minimalismo bien entendido tiene que ver con el ahorro en general y con la ley del mínimo esfuerzo; en cambio, la productividad -con las connotaciones económicas que tiene- está asociada con la abundancia y con la obtención de resultados en un cierto plazo. Si se entiende el minimalismo como una consecuencia de una vida racional, como algo opuesto al derroche innecesario, entonces, la productividad no pinta nada ahí.

jueves, 3 de octubre de 2013

¿Un mundo como el nuestro?

Imagina un mundo en el que una élite poderosa gobierna el mundo. Esta élite tiene ciertos intereses económicos que defender y no le interesa que la gente sea libre a la hora de decidir qué hacer con su dinero. Lo que le interesa es que la gente gaste su dinero en ciertos productos, los necesite o no. Así, la gente se volverá dependiente de esas cosas y el poder de la élite se perpetuará. Para evitar que la gente haga lo que quiera con su dinero, la élite ha secuestrado la voluntad de las masas mediante diferentes métodos que van desde la administración (secreta) de drogas que anulan el raciocinio ante los objetos diana y potencian el deseo de su posesión, hasta sofisticadas técnicas propagandistas que incitan, explícita y subliminalmente, al consumo de esos objetos a todas horas.

Sin embargo, estas tácticas no funcionan con todo el mundo. Algunos pocos individuos no siguen los consejos publicitarios ni las modas impuestas al servicio del poder de la élite. Ni siquiera el sutil pero potente narcótico, capaz de aumentar el deseo de posesión material, que se administra a través del agua corriente y de ciertos alimentos, parece hacer efecto en estas personas. ¿Qué diferencia a estos individuos, que podemos llamar ‘especiales’, de los otros? Tras analizar el asunto, tanto la élite como los especiales llegan a la conclusión que hay un fenómeno inducible, al que llaman ‘alienación’, por el que algunas personas piensan y, sobre todo, actúan contra sus propios intereses y a favor de intereses ajenos. Pero esta explicación no explica nada: ¿por qué, bajo las mismas condiciones, algunos individuos están alienados y otros -los especiales- no?

martes, 1 de octubre de 2013

Cuando tiramos el dinero

Hace unos días veíamos que hay ocasiones en que nos obligan a tirar el dinero (por ejemplo, cuando tenemos que comprar en la farmacia 60 pastillas necesitando sólo 12). Pero, por desgracia, en muchas otras ocasiones, acabamos tirando el dinero voluntariamente, ya sea por un mal cálculo, por dejadez, por debilidad o por falta de crítica.

Repasemos algunas de esas ocasiones para ser conscientes de nuestros errores:

(i) Tiramos comida caducada o en mal estado. Generalmente por no planificar bien o porque nos puede el ansia de hacer acopio, compramos más comida de la que vamos a gastar en un cierto periodo. Como resultado, ésta se estropea y hay que tirarla.

(ii) Compramos por capricho. A veces compramos caprichosamente sin ningún otro motivo importante. No es raro entonces que lo que hemos comprado acabe aparcado en un rincón sin apenas uso.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Vivir conforme a las propias ideas

Una de las cosas más frustrantes es ver que la gente (incluido uno mismo) no hace lo que reconoce que es más sensato. Durante una conversación, muchas personas asentirán ante la idea de la conveniencia de consumir menos, de proteger el medio ambiente, de no seguir las modas por el mero hecho de ser modas, de estar abierto a valorar argumentos que atentan contra lo que uno piensa, y un sinfín de cosas más que encuentran razonables. Pero parece que el discurso no les compromete a nada; consumen innecesariamente incluso endeudándose, siguen cualquier moda por ridícula que sea, jamás escuchan a quien cuestiona sus creencias y un sinfín de estupideces más.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Cuando nos obligan a tirar el dinero

Se hace evidente que la actual forma de vida del homo sapiens en la tierra es irracional: derrochadora, contaminante, destructora. Sin sentido. Hay grandes muestras de ello, que son las que nos hacen perder toda esperanza en el ser humano. Pero hoy quiero centrarme en algunas pequeñas cosas que muestran esa irracionalidad en nuestra cotidianeidad: las situaciones en que nos vemos obligados a tirar el dinero, con lo que conlleva, claro, de desperdicio de trabajo humano, de contaminación, de gasto de recursos, etc. Veamos algunos casos concretos:

(i) Nos obligan a pagar por una cantidad extra de medicamentos que no necesitamos. A todos nos ha pasado que el médico nos dice que tomemos un cierto número de pastillas durante un tratamiento y, en la farmacia,  la caja disponible más pequeña tiene muchas más. Ni que decir tiene que en el caso de necesitar dosis muy pequeñas de medicación (por tratarse de niños o animales) o en el caso de tratamientos muy cortos, la diferencia entre lo que necesitamos y lo que tenemos que pagar es abismal. Muy bien puede suceder que nos hagan pagar 60 pastillas, por ejemplo, y necesitemos sólo 5[1]. La irracionalidad al servicio de ciertos intereses económicos.

sábado, 21 de septiembre de 2013

La medicina preventiva

La medicina preventiva debería prevenir enfermedades, tal como indica su nombre. Sin embargo, más que a una serie de prácticas encaminadas a evitar caer en la enfermedad, llamamos ‘medicina preventiva’ a una serie de pruebas médicas de detección precoz de las enfermedades: analíticas, mamografías, chequeos, etc. Pero este tipo de pruebas no previenen nada; sólo detectan más o menos pronto lo que ya está. Y aunque es importante detectar a tiempo ciertas enfermedades o anomalías, la detección precoz no debería ser considerada medicina preventiva.

La auténtica medicina preventiva tiene mucho de preventiva y poco de medicina, pues se trata de adoptar una serie de hábitos, alejados de la práctica médica habitual, encaminados a mantenernos sanos. Entre estos hábitos están, como sabemos, el llevar una alimentación correcta, hacer el ejercicio adecuado, dormir las horas necesarias, seguir hábitos higiénicos mínimos, llevar una vida medianamente satisfactoria, no consumir sustancias tóxicas, etc. En fin, todas aquellas prácticas que el sentido común nos dice que contribuyen a perpetuar la salud, cuando la tenemos (y, muchas veces, también sirven para recuperarla si la hemos perdido). Sin embargo, desde los estamentos oficiales no se incide en la importancia del modo de vida para estar sano. Es más, en general, los propios médicos de cabecera ni indagan mucho en los hábitos de vida de sus pacientes ni les insisten lo suficiente, más allá de la recomendación de dejar de fumar, en la importancia de seguir hábitos saludables.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Comprar racionalmente: comprar lo mínimo

La conclusión a la que he llegado es que comprar racionalmente es, por encima de todo, comprar sólo lo necesario el número mínimo de veces. En el resto del post, voy a desarrollar esta idea. Parto del supuesto que al comprar, igual que con otras muchas actividades, debemos guiarnos por la razón, y no por impulsos. Lo primero es ser consciente de lo que significa comprar. Adquirir objetos o servicios no es gratis, así que, como el dinero (honrado) procede del trabajo, comprar se puede ver como cambiar una parte de nuestro trabajo por otra cosa. En general, trabajar es costoso y lo más racional parece ser intercambiar nuestro trabajo por algo que realmente merezca la pena.

Por supuesto, lo que necesitamos para vivir dignamente no sólo merece la pena sino que parece ser el fin por el que trabajamos. Una de esas cosas es el alimento. Si uno, por lo que sea, puede conseguirlo por otras vías legítimas (por ejemplo, produciendo su propio alimento), perfecto; si no, tenemos que comprar la comida. Otra de las cosas que no podemos librarnos de comprar a veces es la ropa y el calzado. Aunque hay formas de conseguir estas cosas sin comprarlas, a veces habrá que hacerlo. Sin duda tener un techo, es una necesidad básica pero, aunque generalmente hay que pagar por ella, no necesariamente hay que comprar una vivienda. Otras cosas que a veces tendremos que comprar, pues también pueden ser necesarias para vivir satisfactoriamente, son ciertos objetos o servicios relacionados con nuestro ocio: libros, discos, entradas para algún espectáculo, viajes, etc. Y no precisamos de muchas cosas más, entre ellas, algunos enseres para el hogar.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Un día (ir)racional

Una actitud responsable y precavida: repasar y comprobar en qué gastamos el dinero.

Acciones del día X:

(1) Vamos a comprar algunas cosas al supermercado Carreflús[1] (de momento, no hemos encontrado alternativa para adquirir ciertos productos). Pagamos y repasamos el ticket de compra: nos han cobrado por un producto un precio más alto del que marcaba en el estante. Protestamos y nos devuelven el dinero extra. Ya es la cuarta o la quinta vez que nos sucede en lo que va de año (y eso que venimos poco). ¿Tendremos que pensar mal del señor Carreflús ya que los errores siempre son favorables a su bolsillo?

jueves, 12 de septiembre de 2013

La doctrina de Hamlet

Hace unos días me topé con una expresión feliz: ‘la doctrina de Hamlet’ (bueno, la leí en inglés: ‘the Hamlet doctrine’). Según explicaban, tal doctrina constituye la paradoja moderna de nuestras vidas; consiste en saber demasiado y no hacer nada, tal como le sucedía a Hamlet. Me gustó la expresión porque me pareció un buen meme para catalogar muchas de nuestras prácticas. Repasemos algunas:

(i) Pese a ser plenamente conscientes de las consecuencias negativas que comporta para nuestro planeta, no hacemos nada para cambiar nuestros hábitos de consumo. Seguimos consumiendo mucho más de lo necesario: continuamente tiramos comida que por despiste ha caducado, compramos cosas que ni siquiera llegamos a estrenar, vamos de compras para desestresarnos, gastamos dinero para sustituir objetos funcionales pero pasados de moda, etc. Y sabemos que todo lo que consumimos tiene un coste elevado en materias primas, en contaminación, en horas de trabajo.

martes, 10 de septiembre de 2013

Crítica publicitaria: los productos de belleza

A bote pronto, uno diría que hay dos tipos de productos de belleza: los que prometen, como las cremas antiarrugas, mejorar algo considerado feo, y los que prometen, como el maquillaje, camuflar algo considerado feo. Empezaremos hablando del primer tipo de productos. Ante los anuncios de cremas antiarrugas, todos hemos dicho, o pensado alguna vez, que si realmente ese tipo de cremas funcionaran, la gente no tendría arrugas o tendría muchas menos. El hecho, constatado por la simple observación, es que la gente que usa esas cremas está igual de arrugada que la gente que no las usa, y no consigue aparentar ser más joven de lo que es. Otra cosa es que esos usuarios digan que se ven mejor –basándose en alguna diferencia inapreciable para cualquier otro ojo humano- o que se sientan más tranquilos por creer que hacen algo para frenar los efectos del paso del tiempo.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Actuar de modo racional

Con las necesidades básicas cubiertas y sin estar en una situación de desesperación, ¿es racional

comprar algo que ya se tiene en un número suficiente?
atiborrarse de medicamentos antes que prevenir disfunciones y enfermedades?
endeudarse para toda una vida?
creer todo lo que se oye sin cuestionarse nada?
pretender tener un cuerpo que no se tiene?
creer, de entrada y sin más razonamientos, antes a una autoridad que al propio sentido común?
esperar milagros?
no querer experimentar nunca algo nuevo aunque no haya buenas razones en contra?
no cambiar de opinión ante una razón más poderosa?

miércoles, 4 de septiembre de 2013

El ser humano y los otros animales

El homo sapiens es un animal especial, o al menos así nos lo parece a los homo sapiens… Pero no tan especial como para dejar de ser un animal con muchas características en común con el resto de animales. Algo que llama la atención es cómo hoy en día se han impuesto ciertas ideas que contribuyen, pretendidamente o no, a considerarnos más alejados de lo que estamos del reino animal, aplicando diferentes criterios cuando pensamos en nosotros mismos y cuando pensamos en el resto de los animales. Veamos, a modo de ejemplo, algunas de estas ideas:

(i) Es normal tener algún achaque aun siendo joven. Mucha gente cree que no es raro tener algún achaque, una enfermedad menor cronificada o un estado de forma física flojito a partir de los 40 años. Y, aunque es verdad que se puede ser joven y tener alguna enfermedad crónica, con el nivel y la actual esperanza de vida en los países occidentales, tendría que ser anómalo tener algún achaque (incluso leve) antes de los 65 ó 70 años. Cuando pensamos en los animales, en cambio, nos parece lo más normal del mundo que mientras no sean viejos, aunque hayan pasado ya la mitad de su vida, estén sanos y fuertes. ¿Por qué no habríamos de aplicar esto mismo a los seres humanos? Quizá pensamos diferente en nuestro caso porque actualmente no llevamos el tipo de vida acorde con nuestra naturaleza que nos permitiría vivir sin achaques; algo hacemos mal que los animales salvajes –cuando les dejamos- hacen bien. Lo raro es que no nos preguntemos qué es lo que hacemos mal y por qué un animal salvaje en condiciones normales está sano y fuerte, y muchos de nosotros no. [Del mismo modo, hay que preguntarse por qué estamos gordos, por qué usamos gafas, etc.]

lunes, 2 de septiembre de 2013

Una opción racional en un mundo irracional

Vamos a plantear una situación hipotética. Supongamos, por un lado, que hubiese un modo óptimo de alimentarse para el homo sapiens y que consistiese en alimentarse fundamentalmente con carne, pescado, huevos, vegetales, tubérculos y frutas, excluyendo, o limitando en gran medida, los alimentos incorporados recientemente a la alimentación humana, como los cereales, las legumbres o los lácteos. Tal dieta, a diferencia del tipo de dieta recomendada hoy en día desde las instituciones y basada principalmente en la ingesta de hidratos de carbono, se basaría en la grasa y la proteína de origen animal, y en la fibra y vitaminas, junto con una modesta cantidad de carbohidratos, del mundo vegetal. Por otro lado, vamos a suponer que vivimos en un mundo con recursos limitados y con más de 7.000 millones de seres humanos, de forma que la manera óptima de alimentarse descrita anteriormente no resultase viable para todas las personas sin provocar grandes desequilibrios en el planeta y, a la larga, la destrucción de los ecosistemas.

lunes, 26 de agosto de 2013

Crítica publicitaria: la imagen de las mujeres en la publicidad

Una pregunta difícil e interesante sobre la imagen de las mujeres en los anuncios es la siguiente: ¿es esta imagen una construcción de la publicidad o no es más que un mero reflejo de la imagen que tiene la mujer en la sociedad o el imaginario colectivo? Si pensamos en la situación de las mujeres antes de la existencia de la publicidad tal como la conocemos, todo indica que era una situación objetivamente mala: las mujeres estaban discriminadas (respecto a los hombres de su misma clase social), y ya tenían, en el arte, en la historia, en la sociedad, una imagen estereotipada como madres, esposas, objetos de deseo, etc. Así que se podría decir que la publicidad actual recoge ese testigo y no hace más que reflejar una imagen previa que, con algunas modificaciones más o menos superfluas, ya arrastraban las mujeres en la realidad.

Efectivamente, en los anuncios se repiten continuamente los mismos clichés, ya viejos, sobre las mujeres y que, fundamentalmente, se reducen a dos: madres amantísimas y preocupadísimas por la suciedad, o mujeres (jóvenes) obsesionadas con estar guapas. Eso cuando la publicidad las muestra en un papel activo; cuando adoptan un papel pasivo, se limitan a aparecer como tías buenas que están ahí para atraer a los hombres. En definitiva, la mayoría de las mujeres de los anuncios o son madres o son mujeres muy guapas (últimamente, las primeras están ya dentro del grupo de las segundas). La publicidad es, entonces, un mero reflejo de los roles atribuidos tradicionalmente a las mujeres.

jueves, 22 de agosto de 2013

Crítica publicitaria: la ropa de marca en la prensa

La televisión es el medio de comunicación publicitario por excelencia, pero hay un cierto tipo de producto que tiene que ver con la imagen, la ropa y los complementos de vestir, que se anuncia sobre todo en las revistas. La ventaja de anunciar algo por la televisión es que se llega a mucha más gente que mediante otras vías y, además, ofrece imágenes en movimiento. En cambio, un anuncio en una revista o diario llega a relativamente poca gente y sólo ofrece una imagen fija. Sin embargo, en el caso de la ropa parece que basta con la publicidad en prensa porque por un lado, se pretende llegar a un sector relativamente pequeño de la población –la gente que concede cierta importancia a ir a la última- y, por otro, se dispone de un arte tan potente como la fotografía que suple cualquier desventaja respecto a la televisión. Pero, ¿qué intentan vender y a quién los anuncios de ropa que vemos en las revistas?

miércoles, 21 de agosto de 2013

Crítica publicitaria: la comida procesada

Crítica general
Ya he comentado alguna vez que ninguno, o prácticamente ninguno, de los productos que son objeto de la publicidad comercial en los medios de comunicación es realmente necesario. Nos intentan vender sólo nimiedades o accesorios. Se podría pensar que esto no sucede con los productos comestibles que se anuncian, ya que pocas cosas hay más necesarias que la comida. Sin embargo, no se anuncia un tipo de alimentos -los que consideramos alimentos de verdad- tales como los vegetales, el pescado, la carne, la fruta, los huevos, etc.; lo que se anuncia son cosas comestibles como natillas, magdalenas, embutido, turrón, galletas, leche, salchichas de Frankfurt, etc. La diferencia obvia entre el primer grupo y el segundo es que los productos del primer grupo no tienen ingredientes, son sencillos, mientras que los del segundo tienen varios ingredientes en su composición. Es decir, los segundos son productos procesados, elaborados a partir de los distintos ingredientes que se especifican en sus etiquetas.

martes, 20 de agosto de 2013

Crítica publicitaria: los productos de limpieza del hogar

Desde hace tiempo, la publicidad de los productos de limpieza para el hogar (productos como los limpiacristales, los friegasuelos, los productos para la limpieza del baño, etc.) nos quiere hacer creer que son necesarias una limpieza y desinfección exhaustivas de todos los rincones de nuestras casas. Este tipo de anuncios, como vimos en el post anterior, generalmente basan su estrategia en intentar justificar que el producto que nos quieren vender responde a una necesidad real y que soluciona un problema real. Bueno, hoy en día ya no hace falta que intenten justificar la necesidad de una limpieza extrema; simplemente se presupone que es algo necesario, y, en los anuncios, directamente se presenta el producto que consigue esa limpieza deseada. Pero hace algunos años era más habitual incidir en que un estado de limpieza aparentemente aceptable podía en realidad ser insuficiente: podía albergar millones de bacterias, ácaros, suciedad invisible -¡Ja, ja, ja!, ¡qué gran concepto!- etc. potencialmente muy peligrosos.

lunes, 19 de agosto de 2013

Crítica publicitaria

Hoy inauguro una serie de posts sobre la publicidad comercial de productos. Me parece que la publicidad juega un papel clave tanto en nuestra visión del mundo moderno como en algunos hábitos de conducta. Lo preocupante es que esos hábitos o esa visión del mundo no se correspondan bien con nuestros intereses, bien con la verdad. Como todos sabemos, la publicidad engaña, manipula y pretende inducir ciertos comportamientos. Sin embargo, pese a ser todos conscientes de las pretensiones de la publicidad, ésta muchas veces alcanza sus fines. ¿Cómo lo consigue? Siguiendo diversas estrategias, más o menos sutiles. Una de ellas, habitualmente poco sutil, consiste en apelar a nuestro lado más emotivo o subconsciente, asociando un determinado producto comercial con el éxito o la aceptación sociales. Otra táctica, más elaborada, consiste en apelar a la razón; por ejemplo, dando por sentada -o intentando convencernos de- la existencia de un cierto problema (generalmente inventado) para el que se propone una solución.

viernes, 16 de agosto de 2013

Una reflexión inicial sobre los objetos de consumo

Me fascinan las cosas. Muchas veces, considero un objeto que tengo delante y pienso en todas las posibles variaciones de tamaño, forma, color, etc. que dan lugar a otros objetos de ese mismo tipo. Tomemos, por ejemplo, este abanico rojo que tengo delante. Podría haber otro abanico igual pero de color verde, o de rayas de colores, o un poco más grande o un poco más pequeño. En el mercado encontramos una enorme variedad de cada tipo de producto. ¿Cuántos modelos diferentes de abanicos se comercializan? ¡Uf!, casi incontables; como si se quisiera cubrir todo el arco de posibilidades para los abanicos. Y esta descomunal diversidad, aunque puede ser mareante a la hora de elegir, es también fascinante.

martes, 13 de agosto de 2013

La moda y el consumo

Me apetece empezar a reflexionar sobre un tema aparentemente superficial pero enigmático: la moda. Me interesan los vínculos que tiene, entre otras cosas, con el consumo. Al pensar en la moda, me vienen a la mente dos concepciones distintas pero relacionadas de alguna manera: por un lado, la moda como el conjunto de usos y costumbres que todos, o prácticamente todos, seguimos y que hace que, por ejemplo, no vistamos o decoremos nuestras casas como en el siglo XIX; por otro lado, la moda como un conjunto de directrices más concretas que hace que algunos sigan o vayan a la moda (que lleven, digamos, pantalón pitillo en un momento determinado) y otros no (típicamente ciertos sectores de la población, como los abuelos, no suelen ir a la moda).

Lo que me parece que tienen en común estas dos concepciones de la moda es que ambas son elementos cohesionadores y homogenizadores de la población o de grupos de la población. Esto es claro en el primer sentido, pues nadie escapa a la influencia de vivir en la época que le ha tocado, y esa influencia hace que compartamos con nuestros coetáneos una cierta visión del mundo. Pero también en el segundo sentido, en el sentido en que la moda es algo efímero, cambiante de temporada en temporada, es un factor que unifica a la gente y contribuye a la aceptación social dentro de un grupo. Sin duda, muy pocos pueden vestir con la ropa que aparece en las revistas de moda, pero esas tendencias tienen su versión barata para la masa. Así, dentro de esta segunda concepción de la moda, hay dos niveles distintos: la moda de productos caros que sigue cierta élite, y su correlato barato, que sigue el vulgo. Un mundo es el que está plasmado en la revista Vogue; el otro, en las fotos del facebook de la gente corriente cuando sale de fiesta.

lunes, 12 de agosto de 2013

Una mirada racional a la salud

Hoy me gustaría escribir sobre la salud en general, un tema que me interesa en tanto que animal racional que quiere vivir lo mejor posible. Todos podemos coincidir en que una buena salud implica tanto una buena salud física como mental. Pero es difícil conocer tanto los pilares de una como de otra; podrían no ser iguales para todos ni tales como nos han hecho creer. A veces hemos oído que una buena salud mental implica, por ejemplo, una vida social activa y satisfactoria, pero esto podría no ser cierto para todo el mundo. Y lo mismo podría decirse del bienestar físico; quizá no todos los consejos sirvan para todos los cuerpos. Es más, en el tema de la alimentación, por ejemplo, tema estrechamente relacionado con la salud, los consejos de los expertos oficiales podrían haber estado mal encaminados en general durante mucho tiempo, tal como están apuntando ya muchos estudios. Entonces, ¿cómo procurar tener una buena salud? Me parece que hay, fundamentalmente, dos vías a seguir: informarse y prestar atención al propio organismo.

jueves, 8 de agosto de 2013

¿Para qué ahorrar?


Si no gastamos en cosas o servicios prescindibles, ¿qué hacemos si nos sobra dinero? Ahorrar, ¿no? Bueno, ahorrar es más razonable que gastar tontamente, pero, a fin de cuentas, ahorrar ¿para qué? Mucha gente ahorra durante un tiempo para acabar comprándose algo innecesario pero más caro que los productos de consumo habitual. Y esto tampoco parece razonable.

Antes de volver a la cuestión de qué podríamos hacer con los ahorros, me gustaría reflexionar brevemente sobre el ahorro mismo. La idea de ahorrar, de acumular, es indisociable de la idea de gastar, de consumir. De hecho, el ahorro es posible en tanto que hay un exceso de trabajo –que, en nuestra  sociedad, se traduce en un exceso de ingresos- respecto al gasto realizado. Y ese exceso de trabajo, un exceso sobre las horas de trabajo necesarias para vivir austera pero dignamente, está pensado para consumir productos prescindibles. El ahorro -en el caso de la gente honrada y trabajadora- es el fruto de la represión del impulso de consumir productos innecesarios. Pero, por otro lado, siempre es consumo en potencia.

martes, 6 de agosto de 2013

¿Incentivar el consumo irracional?


Supongamos que un individuo, A, tiene 10 camisetas para ir alternando. Todas están en buen estado, y, además, tienen un corte y unos colores atemporales, aunque con una media de 7 años de antigüedad. A no necesita más ropa. ¿Es racional animar a A a que compre algo que no necesita?

Imaginemos ahora que B es una persona que, movida por ciertas razones, ha decidido dejar de usar algunos productos considerados de higiene y cuidado personal como colonias, desodorantes, cremas, etc. Al cabo de un tiempo, comprueba, con un cierto asombro inicial, que esos productos no han servido nunca ni para ir más limpio ni para ser más guapo. En tal situación hipotética, ¿qué argumento podría presentar alguien para incentivar a B a consumir esos productos?

lunes, 5 de agosto de 2013

La compra de servicios innecesarios

                   
De la misma manera que compramos muchísimos objetos que no necesitamos -bien porque cubren necesidades artificiales, bien porque ya tenemos otros objetos del mismo tipo en número suficiente- también gastamos dinero en comprar o contratar servicios prescindibles. De nuevo, comprar algo innecesario (en un sentido laxo) es dedicar parte de nuestro tiempo de trabajo a algo que realmente no nos hace falta. Y parece una opción más racional prescindir de lo innecesario y trabajar únicamente para obtener lo necesario para vivir adecuadamente. Si en el ámbito del trabajo prevaleciera la ley del mínimo esfuerzo, de modo que nuestro trabajo sólo tuviera que cubrir lo necesario para vivir dignamente, tendríamos que trabajar muy poco y dispondríamos de mucho más tiempo para hacer lo que nos gusta. Desgraciadamente, trabajamos muchas horas porque tenemos que adquirir muchos productos y servicios que no necesitamos para nada.

viernes, 2 de agosto de 2013

La compra de objetos innecesarios


En este post quiero hablar de un tema al que volveré más veces: el dinero que gastamos en objetos absolutamente prescindibles. Todos podríamos mencionar multitud de ejemplos de este tipo de compras: ropa, aparatos tecnológicos, calzado, muebles, adornos, etc. No es que no haya que comprar nunca este tipo de objetos, pero comprar por seguir la moda, por tener más o por cambiar de objetos no parece muy racional. He aquí algunos de los razonamientos que me alientan a no comprar algo innecesario cuando se asoma el impulso de hacerlo:

(i) El dinero no es ni más ni menos que tiempo trabajado – esto, claro, para la gente honrada que tiene que trabajar para vivir. Y una compra no es más que una inversión de cierto tiempo de trabajo. Entonces, ¿merece la pena dar 2 horas de trabajo a cambio de una camiseta que no necesitamos? Yo tengo clara la respuesta.