miércoles, 21 de agosto de 2013

Crítica publicitaria: la comida procesada

Crítica general
Ya he comentado alguna vez que ninguno, o prácticamente ninguno, de los productos que son objeto de la publicidad comercial en los medios de comunicación es realmente necesario. Nos intentan vender sólo nimiedades o accesorios. Se podría pensar que esto no sucede con los productos comestibles que se anuncian, ya que pocas cosas hay más necesarias que la comida. Sin embargo, no se anuncia un tipo de alimentos -los que consideramos alimentos de verdad- tales como los vegetales, el pescado, la carne, la fruta, los huevos, etc.; lo que se anuncia son cosas comestibles como natillas, magdalenas, embutido, turrón, galletas, leche, salchichas de Frankfurt, etc. La diferencia obvia entre el primer grupo y el segundo es que los productos del primer grupo no tienen ingredientes, son sencillos, mientras que los del segundo tienen varios ingredientes en su composición. Es decir, los segundos son productos procesados, elaborados a partir de los distintos ingredientes que se especifican en sus etiquetas.

Ahora, la pregunta es: ¿son necesarios estos productos comestibles procesados que nos quiere vender la publicidad? O replanteemos la pregunta de otra manera: ¿es posible estar sano y bien alimentado sin probar jamás ninguno de los productos que venden en los anuncios? Claro, hay infinidad de casos de personas que nunca o casi nunca comen los productos de los anuncios y están perfectamente bien de salud. Es más, si no fuera el caso que es posible estar bien alimentado sin comer lo que venden los anuncios, entonces ningún ser humano en la historia de la humanidad antes de la existencia de la industria alimentaria y su aparato publicitario podría haber estado bien alimentado. Y esto nos parece absurdo. El hombre es un animal que, como cualquier otro animal, puede obtener su alimento directamente de la naturaleza (no sin un cierto esfuerzo, claro), independientemente de toda industria que se pueda desarrollar después.

Así que el sentido común nos dice que se puede comer saludablemente sin probar jamás lo que se anuncia por la tele. Es más, si no pruebas nunca la crema de cacao, las natillas, las galletas, la pizza, etc. no sólo no te va a pasar nada, sino que te estarás haciendo un favor. Hasta es probable que tu médico reconozca que haces bien en no tomar este tipo de producto. ¿Vale esta recomendación también para productos aparentemente más sanos como el jamón de York, las salchichas de Frankfurt o la leche? Pues seguramente sí. La carne normal y corriente, como un filete o una pechuga, es la alternativa a la carne procesada. No hay nada interesante que aporte el embutido o cualquier carne procesada que no pueda aportar la carne a secas. Respecto a la leche y los lácteos, bueno, quizá hay diferentes opiniones por el mundo. Pero es cierto que la leche no es necesaria para el ser humano adulto, tal como muestran los millones de seres humanos intolerantes a la lactosa que hay en el mundo. Es un hecho que se puede estar muy sano sin beber leche ni tomar lácteos; todos los nutrientes presentes en los lácteos se pueden obtener de otros alimentos.

Lo más importante es notar que podemos prescindir, con plenas garantías para nuestra salud, de la comida procesada que típicamente lleva un montón de ingredientes en su composición. Nada de lo que digan los anuncios puede cambiar esto. Además, los productos comestibles de los anuncios son caros en relación con su valor nutricional, ya que en el precio se incluye tanto el prestigio de la marca como el coste de la publicidad en sí. Otra cosa es que nos gusten algunos de esos productos o que haya otros que no están del todo mal. Si no podemos abstenernos completamente de estos productos, lo razonable sería comer muy esporádicamente aquéllos que nos gustan pero que claramente son perjudiciales y/o con muchos ingredientes desconocidos (como los dulces) y ser más tolerantes con aquéllos que están poco elaborados y/o apenas tienen ingredientes (como los espárragos de tarro o algunos lácteos, por decir algunos).

Crítica particular
Una de las modas más penosas en la publicidad de comestibles es la moda de los productos enriquecidos. El resultado es irónico: parece que tienen que enriquecer algo porque es pobre. De nuevo, la sensatez nos dice que los alimentos de verdad no son pobres, aportan lo que tienen que aportar. Una dieta adecuada no necesita ningún enriquecimiento, ya es lo rica que tiene que ser. Pensar otra cosa es pensar que la naturaleza no funciona. Y esto está por demostrar.

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