viernes, 29 de noviembre de 2013

El capital de las mujeres

Supongamos que nos dan, sin haberlo pedido ni haber hecho ningún mérito para ello, una importante suma de dinero. Es tan importante como para empezar un nuevo negocio, invertir en algo y sacar un rédito o simplemente para cumplir algún sueño. Algo así como un premio de la lotería de los que no arregla la vida pero puede marcar un punto de inflexión. Bueno, en tal situación, es de suponer que casi ninguno rechazaríamos ese regalo. Y seguramente tampoco guardaríamos ese dinero, sin disponer nunca de él, avergonzados porque no es fruto de nuestro esfuerzo. Ni lo destruiríamos. Aunque no nos lo hayamos ganado, aprovecharíamos esa oportunidad de mejorar nuestra situación económica o la de nuestros allegados, ¿verdad?

miércoles, 27 de noviembre de 2013

El futuro y la importancia de ser valiente

En la última entrada de este blog, dejé pendiente escribir algo sobre las razones de la discordancia entre el discurso que defendemos y nuestra práctica diaria. No creo que haya justificar mucho la existencia de tal discrepancia. Nos posicionamos, por ejemplo, contra el deterioro del medio ambiente y a favor de reducir el consumo, pero nuestros hábitos diarios van por otro camino: seguimos consumiendo innecesariamente y deteriorando el planeta de mil maneras diferentes. Del mismo modo, defendemos nuestro derecho a reclamar ante los abusos, o a actuar conforme a las propias ideas. Sin embargo, a menudo nos callamos ante los abusos que sufrimos como clientes de ciertas empresas, o actuamos guiados por el qué dirán.

lunes, 25 de noviembre de 2013

La razón y la motivación

Algunas afirmaciones razonables de entrada, como ‘No hay que consumir irracionalmente’ o ‘hay que procurar contaminar menos’, son ampliamente compartidas en la población. Otra cosa es que actuemos en consecuencia… (dejo para otro post el análisis de la divergencia entre la razón y la práctica). Hoy quiero centrarme en el caso de algunas afirmaciones que también nos parecen razonables a algunos pero sobre las que no hay tal acuerdo general. Algunos ejemplos de esto último: ‘No siempre lo más caro es lo mejor (-de hecho, casi nunca)’, ‘Es mejor estar informado que vivir en la ignorancia’, ‘También es cuestionable lo que dicen los expertos’. Por muy razonables que nos resulten estas frases a algunos, hay, sorprendentemente, mucha gente que las niega tranquilamente. Esto se traduce en que, por ejemplo, muchos pagan convencidos un precio más elevado por un producto innecesariamente, otros muchos defienden que es mejor no leer el etiquetado de los productos que compran para no complicarse la vida, y muchas personas no permiten la más mínima crítica al consejo de un experto aunque tal consejo atente contra la razón.

lunes, 18 de noviembre de 2013

El dilema del reciclaje en los contenedores de colores

De entrada, a casi todos nos parece que reciclar es mejor que no hacerlo. Pero no somos nosotros, los que tenemos que reciclar, los que decidimos cómo hacerlo. Son las administraciones, junto con la empresa privada, las que han puesto las normas sobre cómo y dónde hay que reciclar lo que nos sobra. Y -no menos importante- también ellas han decidido quién se beneficia del reciclaje de nuestros desperdicios. Si pensamos un poco en el sistema que han montado para el reciclaje (al menos en Barcelona, e imagino que es extensible a la mayoría de poblaciones de España), en seguida aparecen razones en contra.

Una de ellas es que ya hace tiempo que el reciclaje es un negocio que las administraciones han dejado en manos privadas. Los residuos que se depositan en los contenedores amarillo, verde y azul son gestionados por empresas privadas que obtienen un beneficio a partir de los productos que les regalamos y les entregamos ya separados según sus necesidades. Debemos notar que, aunque hablemos de desechos, tienen un valor económico (que pagamos a la hora de adquirirlos) y cederlos es ceder ese valor económico. Por si esto fuera poco, estamos haciendo gratis a la empresa privada el trabajo de la separación previa de los residuos según sean plástico, vidrio o cartón. Esta situación (regalar materiales y trabajar gratis para la empresa privada) es intolerable y creada por la administración para satisfacer ciertos intereses privados. Lo justo, naturalmente, sería premiar de alguna manera al ciudadano que recicla (aportando los materiales por los que ha pagado previamente y tomándose el trabajo y el tiempo de separarlos) con exenciones fiscales, pagándole directamente o mediante alguna otra fórmula.

jueves, 14 de noviembre de 2013

El prestigio de las marcas y la ética

Sin duda, la mejor opción es no consumir; es decir, apañárselas con lo que uno tiene -posibilidad mucho más disponible de lo que solemos pensar. Sin embargo, a veces - muchas menos de las que solemos pensar- es necesario comprar algunos productos. Y es a la hora de comprar cuando hay que decantarse por una marca u otra, por un fabricante u otro. Y es entonces también cuando el fenómeno del prestigio social de las grandes marcas puede empezar a operar para decantar definitivamente la balanza. Sin embargo, lo que una experiencia diaria, libre de prejuicios en la medida de lo posible, nos dice es que el prestigio de las marcas no tiene por qué estar justificado y, generalmente, no lo está. Hay marcas o fabricantes poco conocidos que ofrecen productos equivalentes a los de las grandes marcas (y a un precio mucho menor).

jueves, 7 de noviembre de 2013

La necesidad de decrecer por la ley de la compensación

En general, estamos casi todos de acuerdo en que la degradación y contaminación del medio ambiente, así como el agotamiento de ciertos recursos naturales y el daño infringido a otras especies, ha llegado a un límite peligroso. En alguna medida, el problema se ha vuelto irreversible (por ejemplo, en el caso de la extinción de algunas especies), pero todos, o casi todos, reconocemos la necesidad de hacer algo para intentar revertir la situación en la medida de lo posible (conseguir sólo mantenerla, aunque no empeore, sería también un fracaso, teniendo en cuenta la gravedad de la situación actual). El programa concreto que habría que llevar a cabo para revertir la situación del planeta podría ser muy complejo y con muchos frentes, pero la idea de fondo que lo animaría es sumamente sencilla: hay que decrecer.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Los objetos artísticos como mercancías

Los objetos concretos que constituyen obras de arte (cuadros, esculturas, etc.) son un tipo especial de objetos y, en particular, de mercancías. A diferencia de lo que suele ocurrir con los objetos de lujo, el precio de las obras de arte no se corresponde con la calidad de los materiales empleados en su composición, o con la inversión necesaria para su producción. Un cuadro puede valer millones aunque los materiales para hacerlo cuesten unos pocos euros o el tiempo y trabajo invertidos sean mínimos. Así, una obra de arte reconocida, en cuanto a la calidad de sus materiales o el coste de su proceso de producción, puede parecerse más a cualquier objeto cotidiano producido en serie, pero con un precio o valor de mercado más próximo al de un objeto de lujo. Aunque, claro, una característica que los objetos artísticos comparten con los objetos de lujo es una cierta exclusividad (mayor, generalmente, en el caso de las obras de arte). La exclusividad es un valor que, operando al margen de la ley de la oferta y la demanda, puede añadir valor de mercado a un producto. Sin embargo, es claro que la exclusividad no es lo más importante para determinar el precio de una obra de arte, pues tan exclusiva es una obra de Picasso como una obra del pintor de mi barrio.