viernes, 16 de agosto de 2013

Una reflexión inicial sobre los objetos de consumo

Me fascinan las cosas. Muchas veces, considero un objeto que tengo delante y pienso en todas las posibles variaciones de tamaño, forma, color, etc. que dan lugar a otros objetos de ese mismo tipo. Tomemos, por ejemplo, este abanico rojo que tengo delante. Podría haber otro abanico igual pero de color verde, o de rayas de colores, o un poco más grande o un poco más pequeño. En el mercado encontramos una enorme variedad de cada tipo de producto. ¿Cuántos modelos diferentes de abanicos se comercializan? ¡Uf!, casi incontables; como si se quisiera cubrir todo el arco de posibilidades para los abanicos. Y esta descomunal diversidad, aunque puede ser mareante a la hora de elegir, es también fascinante.

Nos gusta variar entre cosas muy diferentes entre sí, pero también nos gusta la variedad dentro de las cosas de un mismo tipo. Me pregunto de dónde sale ese gusto por las variaciones de un cierto objeto. Parece comprensible que sintamos atracción por las diferentes clases de objetos, pues cada clase tiene típicamente su propia finalidad. Así, es normal interesarse tanto por unas tijeras como por un abanico. Pero, ¿por qué tenemos interés en tener un abanico cuando ya tenemos otro? Aquí se introduce otro elemento: la posesión. Parece que tenemos una cierta tendencia a poseer. Esta tendencia puede ser justificable en el caso de la posesión de enseres útiles para ciertos fines. Pero ¿qué sentido tiene poseer muchos objetos de un mismo tipo que sólo presentan diferencias de aspecto? Me parece que, racionalmente, no mucho.

Seguramente puede armarse una explicación, en términos evolutivo-biológicos, que dé sentido a nuestra inclinación por la variedad y por la posesión. Pero, ¿cómo ofrecer una explicación semejante para nuestro gusto por las variaciones de un mismo tipo de objeto sin ninguna otra ventaja adicional?  Es decir, ¿cómo se explica nuestro comportamiento coleccionista? En nuestras casas modernas, todos tenemos muchas colecciones: de bolígrafos, de sobres, de camisas, de tenedores, de relojes… Contad cuántos objetos tenéis de estas clases y cuántos realmente necesitáis. ¿A qué responde entonces ese gusto por el coleccionismo? O quizá no es un impulso, un gusto innato, sino algo adquirido. Lo que está claro es que esa tendencia sirve a determinados intereses económicos que no son los nuestros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario