martes, 17 de diciembre de 2013

Lucha parcial vs. lucha total

Tanto en la defensa de los derechos de ciertos colectivos (mujeres, homosexuales, inmigrantes, trabajadores, etc.) como en la lucha por un mundo mejor en general, más bien pronto que tarde se presenta una elección difícil: llevar a cabo una lucha parcial, por etapas, hasta el fin deseado, o una lucha total, de o todo o nada de una vez. Quizá en un primer momento, nos puede parecer que las luchas parciales y sus victorias momentáneas son más sensatas, pues generalmente no se gana una guerra con una única batalla. Entonces, ¿cuál es el problema de las luchas parciales? ¿Por qué algunos prefieren las luchas totales? Bueno, el problema de las luchas parciales es que, como nos muestra la historia, pueden contribuir  -o puede interpretarse que contribuyen- a perpetuar la situación que nos aleja del fin último perseguido en la lucha. Expliquemos esto con algún ejemplo.

En el caso de la lucha por los derechos de las mujeres, supongamos que el fin último es el establecimiento de unas nuevas relaciones entre los hombres y las mujeres de manera que sus derechos y obligaciones estén igualados no sólo a nivel legal, claro. Y asumamos que, aunque sólo sea por inercia, al statu quo no le interesa, o dificulta, que se consiga ese fin. Se  podría pensar que lo más razonable, para no exigir una utópica igualdad de repente en todos los ámbitos, es ir reivindicando derechos concretos a medida que se van concediendo. Se puede empezar, por ejemplo, con el derecho al voto, seguir con el derecho a participar en ciertas instituciones, continuar con el derecho a la autonomía personal, etc. hasta que, algún día, se haya llegado, por acumulación de obtención de derechos, a la deseada situación de igualdad real con el hombre. A lo largo de la historia, vemos que, a menudo, se ha avanzado de esta manera gradual en la consecución de los derechos. Sin embargo, tanto en el caso de las mujeres, como de las llamadas ‘minorías étnicas’, de los homosexuales, o de los trabajadores, pese a los avances parciales en la lucha por el fin último, éste parece estar igual de lejos que siempre. Hoy en día, la igualdad de la mujer con el hombre es tan utópica como hace dos siglos: ahora las mujeres pueden votar en muchos países, pero siguen teniendo la obligación (aunque no sea una obligación legal) de llevar a cabo trabajo no remunerado, liberando así a los hombres de ciertas tareas. Naturalmente es mejor tener algunos derechos que no tener ninguno. Pero la cuestión es si la concesión de esos derechos no es más que una manera de aplacar la lucha y evitar su objetivo final de crear un mundo con relaciones diferentes entre hombres y mujeres. Del mismo modo, se podría interpretar que los logros de la lucha sindical se limitan a mejorar las condiciones de un trabajo alienado que, de este modo, se regenera y perpetua.

Consiguiendo derechos para las mujeres o los trabajadores, pero sin cambiar el modo de relacionarse entre las personas o entre las personas y su trabajo, se aparenta progreso pero el sistema se perpetúa porque, además, ha conseguido integrar ciertos discursos –el feminista, el sindicalista- que ya no se pueden presentar propiamente como alternativas, pues ya forman parte de él. Grosso modo, ésta es la crítica que puede hacerse a las luchas parciales. Las luchas totales no aceptan migajas, se cambia todo de golpe o no se cambia nada. La defensa de la lucha total me parece una opción poco realista, muy abstracta y, claro, utópica. Sin embargo, la crítica a las luchas parciales me parece acertada: siempre que se reconoce un derecho por parte del sistema, una idea alternativa pasa a institucionalizarse. Se cambia la legislación, pero no ciertas maneras de vivir fuertemente arraigadas. Y parece, entonces, que hemos llegado a lo máximo (como si que la ley diga que no se puede discriminar a nadie por razón de sexo, raza, religión, etc. fuera lo máximo que se puede hacer contra la discriminación). Así que, aunque la victoria en una lucha total nos parezca una quimera, tenemos que repensar el sentido de las victorias de las luchas parciales.

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