martes, 3 de diciembre de 2013

Miss manzana y la ley de la oferta y la demanda

Las frutas y las verduras que venden en los supermercados destacan por su aspecto perfecto: suelen ser piezas impolutas, de colores brillantes, formas regulares y tamaño considerable. (Por desgracias, otras cualidades organolépticas como el olor y el sabor no tienen por qué acompañar). Sin embargo, y aun considerando la selección artificial por parte del hombre, sabemos que la naturaleza produce manzanas, pongamos por caso, con aspectos variados y con imperfecciones según nuestros criterios de lo que debe ser una miss manzana. ¿Qué sucede con todas esas manzanas feas, que la naturaleza no ha hecho con las medidas para ser una miss, o que simplemente por un accidente no presentan un aspecto lo más lustroso posible? O acaban en pequeñas tiendas, donde se venden a un precio más bajo que sus congéneres guapos, o se desechan por el camino. Esto último implica que se les busca una salida alternativa (como ingredientes de purés, compotas, mermeladas, etc.) o sencillamente se tiran a la basura, según admiten los productores que abastecen en exclusiva a los grandes distribuidores.

¡Ajá!, entonces la culpa de que se tire toda esa fruta y verdura igualmente nutritiva pero fea es de las grandes compañías distribuidoras que no aceptan en sus estantes manzanas y tomates que no tengan un aspecto perfecto. Pero, desde las compañías distribuidoras, dicen que no los aceptan porque sus clientes no los comprarían. Así, las grandes distribuidoras responsabilizan del asunto a los clientes; ellas meramente se ajustan a la demanda que hay. Aunque, por otro lado, ¿cómo saben los de los supermercados que la fruta y verdura más fea no tiene salida si no la venden? Realmente, cuando se trata de la oferta y la demanda, no se sabe qué fue primero y qué se ajusta a qué. Seguramente éste sea un círculo vicioso del que no se puede salir.

Con la ropa de moda pasa algo parecido. Según a qué sitios vayamos a comprar, puede ser del todo imposible comprar unos pantalones que no sean del tipo que está de moda esa temporada. Aquí también podemos pensar que la falta de variedad y la tiranía de la moda se deben tanto a la demanda como a la oferta. Por un lado, parece que sólo se venden pantalones pitillo, por ejmplo, porque son los que la gente demanda; por otro lado, parece que los usuarios sólo compran pantalones pitillo porque son los únicos que se encuentran en las tiendas. Conclusión: ninguna parte admite ser la que impone su criterio.

¿Solución? Salir del círculo. Si de verdad nos parece que, como indica la razón, una fruta con un aspecto imperfecto puede ser tan jugosa y nutritiva como otra más bonita, no vayamos a buscarla ni a exigirla a un supermercado. No somos su tipo de cliente. Seguramente es verdad que ellos imponen la perfección (visual) a toda costa, pero también será verdad que así lo quieren sus clientes. Compremos la fruta en el mercado de abastos o en la frutería de la esquina o directamente al productor. Dejemos los supermercados para su tipo de cliente, aquél al que le gusta lo que hay ahí. Del mismo modo, si no queremos comprar ropa que sigue la moda del momento, no vayamos a las tiendas que son para clientes que quieren que les den la moda del momento. Tendremos que buscar otros circuitos. A veces se dice que un sistema se cambia desde dentro, pero para cambiar de oferta, hay que llevarse la demanda fuera.

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