jueves, 3 de octubre de 2013

¿Un mundo como el nuestro?

Imagina un mundo en el que una élite poderosa gobierna el mundo. Esta élite tiene ciertos intereses económicos que defender y no le interesa que la gente sea libre a la hora de decidir qué hacer con su dinero. Lo que le interesa es que la gente gaste su dinero en ciertos productos, los necesite o no. Así, la gente se volverá dependiente de esas cosas y el poder de la élite se perpetuará. Para evitar que la gente haga lo que quiera con su dinero, la élite ha secuestrado la voluntad de las masas mediante diferentes métodos que van desde la administración (secreta) de drogas que anulan el raciocinio ante los objetos diana y potencian el deseo de su posesión, hasta sofisticadas técnicas propagandistas que incitan, explícita y subliminalmente, al consumo de esos objetos a todas horas.

Sin embargo, estas tácticas no funcionan con todo el mundo. Algunos pocos individuos no siguen los consejos publicitarios ni las modas impuestas al servicio del poder de la élite. Ni siquiera el sutil pero potente narcótico, capaz de aumentar el deseo de posesión material, que se administra a través del agua corriente y de ciertos alimentos, parece hacer efecto en estas personas. ¿Qué diferencia a estos individuos, que podemos llamar ‘especiales’, de los otros? Tras analizar el asunto, tanto la élite como los especiales llegan a la conclusión que hay un fenómeno inducible, al que llaman ‘alienación’, por el que algunas personas piensan y, sobre todo, actúan contra sus propios intereses y a favor de intereses ajenos. Pero esta explicación no explica nada: ¿por qué, bajo las mismas condiciones, algunos individuos están alienados y otros -los especiales- no?

Como última explicación, los especiales creen que el antídoto que poseen contra la alienación a la que intenta someterles la élite es una capacidad hipercrítica. En otras palabras, que ellos son más listos que la masa aborregada y esto basta para deshacer la alienación. La élite, como no ha encontrado una explicación mejor, también cree que puede controlar a la masa porque es inconsciente frente a unos pocos individuos más capaces que se escapan del control. Presumiblemente, ese plus en inteligencia o superconsciencia que tienen los especiales tendrá un correlato físico, alguna diferencia cerebral que permita identificarlos.

Los científicos se ponen a comparar el cerebro de los especiales con el cerebro de los individuos corrientes en busca de esas diferencias. Tras muchos análisis, no parecen tener un cerebro más desarrollado en lo concerniente a capacidad crítica, inteligencia o consciencia de la realidad. Ni siquiera son inmunes a los efectos de las drogas que la élite administra. Presentan, sin embargo, un área cerebral bastante atrofiada en relación con los normales: el área implicada en la capacidad de asentir, de conformarse, de someterse. ¿Será que la rebeldía es antes que la razón y ésta no hace más que justificar a aquélla, generándose así una ilusión de hipercriticismo?

2 comentarios:

  1. Hola Laura, encontré el blog por casualidad leyendo otro artículo. Felicitaciones, excelente forma de escribir y plasmar las ideas. Aquí un nuevo lector. Saludo especial desde Colombia.

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  2. Gracias. Un saludo también a ti desde Barcelona, y esperando contar con tus comentarios.

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