domingo, 29 de septiembre de 2013

Vivir conforme a las propias ideas

Una de las cosas más frustrantes es ver que la gente (incluido uno mismo) no hace lo que reconoce que es más sensato. Durante una conversación, muchas personas asentirán ante la idea de la conveniencia de consumir menos, de proteger el medio ambiente, de no seguir las modas por el mero hecho de ser modas, de estar abierto a valorar argumentos que atentan contra lo que uno piensa, y un sinfín de cosas más que encuentran razonables. Pero parece que el discurso no les compromete a nada; consumen innecesariamente incluso endeudándose, siguen cualquier moda por ridícula que sea, jamás escuchan a quien cuestiona sus creencias y un sinfín de estupideces más.

Y aún más frustrante es la autojustificación de esta conducta, inspirada a menudo en una mezcla de compasión y simpatía por la debilidad humana. Es natural ser comprensivo ante la debilidad, pero no hasta el punto de quedar eximido de intentar superar esa debilidad. La gente disculpa su conducta irracional amparándose en un fatalismo insuperable –‘Nadie es perfecto, todos tenemos debilidades’, ‘Al final, ¿qué vas a hacer? Lo que hace todo el mundo’, ‘A todos nos gusta estrenar cosas’, ‘Vas a saber tú más que…’ (dicho sin escuchar el razonamiento que precede), ‘Uy, si tuviéramos que tener en cuenta todo, no haríamos nada’ (este ‘todo’ se puede referir a los ingredientes de los alimentos que compran, al lugar en que se ha fabricado un producto, a los efectos secundarios de un medicamento, etc.).

Todos somos flojos en múltiples ocasiones por comodidad, cobardía, pereza o dejadez. Pero no es algo irremediable; hay que esforzarse por ser coherente con lo que uno piensa. Si queremos ser serios y ser considerados como tales, no podemos disociar nuestros principios y la práctica diaria. Así que, si realmente creemos que el medio ambiente debe ser protegido, que comprar sin criterio es irracional, que hay que convencerse ante los mejores argumentos, que ciertos principios éticos están por encima de algunos valores materiales, que velar por la propia salud es la mejor medicina, entonces NO PUEDE SER que, al menos algunas veces, no hayamos conseguido muchos de los siguientes objetivos:

- Hacer boicot a ciertas empresas (movidos por motivos éticos).
- Comprar sólo lo necesario.
- Gastar y contaminar lo mínimo posible.
- Dejar de fumar y de beber alcohol.
- Alimentarnos correctamente.
- Informarnos sobre ciencia, política, arte. También sobre impuestos, salud, actividades comunitarias.
- Prestar atención a otras ideas y valorar sin prejuicios los argumentos.
- No ser demasiado sedentarios.
- Cuidar las cosas y el entorno.

Conseguir estos objetivos implica que las personas críticas que nos conocen asentirían a la pregunta de si los hemos logrado. Al final, quien no vive conforme a sus ideas sobre cómo hay que vivir, no cree en esas ideas en absoluto pese a lo que diga.

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