martes, 10 de septiembre de 2013

Crítica publicitaria: los productos de belleza

A bote pronto, uno diría que hay dos tipos de productos de belleza: los que prometen, como las cremas antiarrugas, mejorar algo considerado feo, y los que prometen, como el maquillaje, camuflar algo considerado feo. Empezaremos hablando del primer tipo de productos. Ante los anuncios de cremas antiarrugas, todos hemos dicho, o pensado alguna vez, que si realmente ese tipo de cremas funcionaran, la gente no tendría arrugas o tendría muchas menos. El hecho, constatado por la simple observación, es que la gente que usa esas cremas está igual de arrugada que la gente que no las usa, y no consigue aparentar ser más joven de lo que es. Otra cosa es que esos usuarios digan que se ven mejor –basándose en alguna diferencia inapreciable para cualquier otro ojo humano- o que se sientan más tranquilos por creer que hacen algo para frenar los efectos del paso del tiempo.

¿Cómo hacen los publicistas para inducir la idea, contra toda evidencia observacional, que esos productos son eficaces? Apelando a la eficacia que todos concedemos a la ciencia. Típicamente se quiere hacer creer que tras un producto hay una gran investigación científica al servicio de la verdad y que ha descubierto las propiedades rejuvenecedoras de tal vitamina, gen, enzima, o lo que sea. Muchas veces se apela además a resultados experimentales. Pero, en la letra pequeña, vemos que esos estudios y sus conclusiones dejan mucho que desear: se usan muestras de unas pocas decenas de personas, de las cuales el 80% ha dicho que ha experimentado alguna mejora, y cosas por el estilo. Algunas personas, oscilando entre el escepticismo y la seducción del lenguaje científico, acaban creyendo finalmente que igual sí hacen algo esas cremas o, al menos, que es mejor usarlas que no usarlas. Pero, ¿qué nos dice el sentido común? Que por prudencia y, en principio, no hay que creer lo que nos dice quien quiere vendernos un producto. Y ¿qué nos dice la más elemental de las observaciones? Que esos productos no ofrecen lo que prometen o sugieren. Lo más inteligente es evitarlos y ahorrarse de paso un dinero.

Respecto a los productos embellecedores que sólo pretenden camuflar los errores o imperfecciones, como el maquillaje, hay que reconocer que pueden ser más eficaces, pero su eficacia tiene un alcance mucho más limitado que el que nos vende la publicidad. Un maquillaje puede esconder un grano o poner rojos unos labios, pero no puede hacer que una persona fea sea guapa y, en particular, no puede hacer que una persona fea sea tan guapa como la persona que sale en el anuncio. Es decir, son productos que pueden tapar algún pequeño defectillo o dar una apariencia ligeramente diferente pero no sólo no pueden hacer milagros, sino que no pueden hacer que la belleza de una persona se altere sustancialmente. Por cuestiones prácticas, además, no es muy recomendable depender de estos productos para tener una cierta autoestima. Todos conocemos casos de personas que tienen que arreglarse hasta para salir a dar una vuelta con los amigos, y que han hecho depender su seguridad de estos productos. Y toda dependencia es una falta de libertad.

A ninguno se nos escapa que el enemigo de fondo en todo este asunto es la imposición de un cierto ideal de belleza –inalcanzable, como dicen. No es un disparate querer resultar atractivo (como tampoco lo es no tener ningún interés en ello), pero sí lo es creer que el atractivo nos lo puede proporcionar un producto que se anuncia por la tele. Afortunadamente, para resultar atractivo a alguien, no hay que hacer nada especial ni gastarse un euro más allá de la higiene elemental; simplemente puedes resultar atractivo para otra persona sin más. La industria no quiere que seamos capaces de apreciar tipos de atractivo distintos a los del canon establecido y, sin embargo, casi todos somos feos o viejos. Y, si no, lo seremos en breve.

2 comentarios:

  1. Las cremas antiarrugas son como el tarot. Solamente sirven para engañar a la gente que se lo cree.

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  2. Pues sí. Hay que procurar no ser tan crédulo. Gracias por tu comentario.

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