viernes, 11 de abril de 2014

Consumiendo el planeta (parte II)

Hoy seguimos con la lista de cosas que podemos hacer para empezar a revertir el agotamiento del planeta. Estas son algunas:


(iv) Gastar la mínima energía posible. Por desgracia, en nuestras casas, las instalaciones que nos hacen llegar la energía ya están hechas y no suelen ser las de tipo más racional o económico. Además, el consumo de energía de los particulares es mucho menor que el de la industria, con lo que los particulares podemos contribuir poco a disminuir el consumo energético global. Pese a todo, merece la pena mantener el gasto energético de nuestros hogares al mínimo, pues, en este asunto, algo siempre es mejor que nada. En el caso de la luz, ya se han repetido muchas veces ciertos consejos como apagar las luces de las habitaciones donde no estamos, desenchufar los aparatos que se quedan en modo standby, etc. En el caso del gas, y para aquellos que tengan un calentador que no es automático, encender el piloto justo antes de usar el agua caliente y apagarlo justo después puede reducir la factura del gas a la mitad. Sobre la calefacción, tengamos el tipo de calefacción que tengamos, si vivimos en un sitio con un invierno suave (como sucede en el mediterráneo), no hay necesidad de usar la calefacción prácticamente nunca. Si estamos bien de salud, se puede estar perfectamente dentro de una casa a 13 grados (con cierto abrigo). Lo mismo para el verano y el aire acondicionado: solo deberíamos usarlo excepcionalmente; en verano hay que pasar calor. Respecto al agua, todos sabemos que es un bien escaso en el planeta y hay que usarla cuidadosamente. Además, potabilizarla es un proceso costosísimo a todos los niveles. Es fácil encontrar por ahí múltiples trucos para ahorrar agua (como reutilizar el agua de la ducha o de la lavadora, etc.). En definitiva, se trata de gastar lo indispensable.

(v) Conservar, reutilizar y reciclar todo lo que podamos. Quizá lo más importante es intentar conservar durante tanto tiempo como podamos las cosas que hemos adquirido. Así, solo tendríamos que consumir una vez en la vida algunas de ellas. Este podría ser el caso de muchos muebles y de cosas como la vajilla, la cubertería, la ropa de casa, algunos electrodomésticos, etc. Si somos cuidadosos, lo único que se opondrá a la conservación de las cosas será la moda. Pero seguir las tendencias de cada temporada y no dañar el planeta no casan bien… Cuando ya no podamos conservar algo por más tiempo, hay que intentar reutilizarlo como sea, dándole otro uso o reutilizando al menos algunas partes. La última opción es el reciclaje de los materiales de aquello que está totalmente roto o gastado y ya no podemos reutilizar.


(vi) Al consumir, elegir la opción más sostenible. Si no nos queda más remedio que comprar algo, elijamos lo más sencillo, o lo que se ha producido más cerca, o lo que esté hecho con los materiales menos elaborados. Lo más sencillo puede ser lo más incómodo pero suele ser lo más sostenible. Por regla general, los productos con más accesorios, mecanismos o partes no solo son habitualmente más caros y más propensos a estropearse, sino que implican más contaminación y más gasto de materias primas. Merece la pena prescindir de ciertas comodidades o servicios (por ejemplo, en el caso de los accesorios de un vehículo o un electrodoméstico). Igualmente, lo que se ha producido cerca del punto de consumo suele ser más sostenible por el ahorro de transporte de supone. También es preferible un producto con menos proceso detrás que un producto que necesita muchos tratamientos (algunos de ellos serán, probablemente, tratamientos químicos agresivos). Por desgracia, será muy difícil que un producto cumpla los requisitos de ser el más sencillo, el que se ha producido más cerca y el menos tratado. Y, claro, tampoco tiene por qué ser el más barato. En cada ocasión, debemos elegir lo que nos parezca la mejor opción sopesando los diferentes aspectos.

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