viernes, 4 de abril de 2014

Consumiendo el planeta (parte I)

El otro día escuché en un programa de la tele que, para seguir consumiendo de manera sostenible al ritmo del promedio mundial actual, necesitaríamos 1’5 planetas como el nuestro. Si todos consumiéramos como el europeo medio, necesitaríamos 2 planetas. Y si consumiéramos como el estadounidense medio, ¡6 planetas! Desconozco si estas cifras son correctas. Pero si no van mal encaminadas del todo, apuntan claramente dos cosas:
(1ª) En general, considerando el promedio mundial, ya vamos mal. El planeta que tenemos no da abasto para lo que consumimos.
(2ª) Hay grandes desigualdades entre lo que consumen unos y otros. Y nosotros, como habitantes del primer mundo, pertenecemos al grupo de los que consumen más de la cuenta.

Que el problema tenga un alcance mundial no debe relajarnos pensando que es un asunto de todos en general y que nosotros poco podemos hacer. Aparte de que (la suma de) las acciones individuales puede marcar una diferencia, no olvidemos que, como decíamos antes en el segundo punto, hay algunos más culpables que otros en el problema de todos. Y a los más culpables o causantes nos toca hacer algo ineludiblemente. No podemos pedir (o imponer) a los que menos consumen que bajen aún más su nivel de consumo para que nosotros podamos seguir manteniendo el nuestro. Por ética y por racionalidad, debemos, cada uno de nosotros, empezar a revertir la desastrosa situación en que estamos. ¿Qué podemos hacer? Pues muchas cosas:

(i) Desplazarnos en la medida de lo posible y lo razonable (y hay que ser estricto con los significados de ‘posible’ y ‘razonable’) por nuestro propios medios corporales. Es decir, caminando o corriendo. No sólo es mejor que hacerlo con el coche o la moto, sino también es mejor que desplazarse con el tan (a veces tontamente) defendido transporte público. La bicicleta, patines, monopatín y similares tampoco son mala opción, siempre que seamos capaces de mantenerlos muchos años. Lo mismo se aplica al uso de los ascensores y escaleras mecánicas: mejor dejarlos de lado, y subir y bajar a pie. No sólo ahorraremos energía y materias primas, sino que trabajaremos por nuestra salud. Naturalmente no sirve poner como excusa ni la falta de tiempo (¿a que sí hay tiempo para ver la tele?) ni el estar cansado (el ejercicio es la manera de conseguir una buena forma física).

(ii) Consumir lo menos posible. Deberíamos ceñirnos cuanto más, mejor, a la compra de lo estrictamente necesario; es decir, a la compra de comida y, esporádicamente, alguna cosa más. Las fábricas donde se hacen los productos que consumimos contaminan el medio y consumen un montón de materias primas. Ya que esto es así, habría que reducir la fabricación de productos a su mínima expresión. Sin embargo se está fabricando una cantidad ingente de productos innecesarios (tanto porque son inútiles o prescindibles en sí mismos como porque, aun cuando pueden ser necesarios, es innecesario producirlos en esas cantidades).

(iii) Consumir productos de proximidad. Fomentamos o contribuimos al uso de los medios de transporte contaminantes no sólo cuando cogemos el coche, sino también cuando compramos productos que vienen de muy lejos. El transporte es un factor importante en el agotamiento de los recursos del planeta. Hay que procurar comprar productos de producción cercana. En el caso de la alimentación, además, los productos de proximidad suelen ser más frescos y llegar en mejor estado. Y, por si fuera poco, consumir alimentos de la zona contribuye a generar cierta autonomía local en un sector tan importante como es la alimentación.


Estas son solo algunas de las acciones que podemos –y debemos- llevar a cabo. En el siguiente post continuaremos esta lista, que iremos completando. Hasta entonces, ¿qué acciones crees tú que deberíamos implementar para mantener una relación sostenible con el planeta?

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