miércoles, 27 de noviembre de 2013

El futuro y la importancia de ser valiente

En la última entrada de este blog, dejé pendiente escribir algo sobre las razones de la discordancia entre el discurso que defendemos y nuestra práctica diaria. No creo que haya justificar mucho la existencia de tal discrepancia. Nos posicionamos, por ejemplo, contra el deterioro del medio ambiente y a favor de reducir el consumo, pero nuestros hábitos diarios van por otro camino: seguimos consumiendo innecesariamente y deteriorando el planeta de mil maneras diferentes. Del mismo modo, defendemos nuestro derecho a reclamar ante los abusos, o a actuar conforme a las propias ideas. Sin embargo, a menudo nos callamos ante los abusos que sufrimos como clientes de ciertas empresas, o actuamos guiados por el qué dirán.

¿Por qué somos incapaces de actuar de manera coherente con nuestras ideas? Bueno, suponiendo que seamos sinceros al expresar nuestras convicciones (y voy a suponer que es así), creo que la dificultad radica en diferentes motivos: la pereza, la costumbre, la vergüenza, la comodidad, el afán de poseer, etc. No vamos andando a algunos sitios, en vez de ir en coche, por comodidad. Gastamos más de la cuenta en Navidad por costumbre, porque toca. No reclamamos ni solicitamos información por vergüenza. Igualmente, nos cambiamos cada día de ropa, o hacemos un regalo demasiado caro, por miedo a ser criticados. Compramos más de lo necesario por el afán de acumular. No nos informamos sobre el origen, composición, etc. de lo que compramos por pereza.

Quizá a algunos les parezca, como he oído a veces, que el ser humano es paradójico y no puede aspirar a la coherencia absoluta. Quizá esto sea cierto en parte y la coherencia absoluta sea algo cercano a la perfección y fuera del alcance de los mortales. Pero sí creo que, aunque quizá no en cada una de nuestras actuaciones, la coherencia con lo que pensamos es posible de manera general. Y lo creo porque veo que hay grados entre diferentes personas: unas son más coherentes y otras menos en su vida diaria. Las que llevan una práctica más acorde con lo que defienden han lidiado con la pereza, la comodidad, la vergüenza, el afán de posesión, etc. Éstas son pasiones humanas, quizá no erradicables en su totalidad, pero sí en buena parte. No se trata de ser un santo o un asceta; cada uno puede considerar (sinceramente) cuándo lleva una práctica más o menos acorde con su ideario y qué excepciones le parece razonable admitir.

La falta de coherencia, entonces, se puede atribuir a la falta de lucha contra la pereza, la vergüenza, la comodidad, la costumbre, la codicia… Pero, ¿por qué unos luchan y otros no? Quizá la motivación juega un papel. No sólo la motivación para actuar, sino la motivación para entender lo que dicen pensar. Como expliqué en el post anterior, creo que, para comprender algo razonable, no basta sólo la razón; se precisa cierta motivación. Y creo también que, a las personas con una vida más coherente con su pensamiento, les motiva la posibilidad de construir un mundo diferente y mejor. Y lo que frena a las personas más incoherentes es, en el fondo, la falta de valentía. La pereza, la costumbre, la vergüenza, etc. se pueden vencer, pero es mucho más difícil vencer el miedo a un mundo nuevo. Hay personas que, sin decirlo explícitamente, no dan el paso de llevar una vida consecuente con sus ideas por miedo al mundo que resultaría de eso. Que cada uno piense en la situación que surge de una práctica coherente, por parte de todos, con lo que nos parece razonable.

Creo que Borges dijo que la única virtud es, en última instancia, la valentía. Y, si no lo dijo, la frase me parece totalmente acertada. El temor a lo desconocido es lo que realmente nos impide ser coherentes. Por desgracia, la valentía no es algo exigible a las personas, pero, como todos hemos experimentado en algún momento, los actos nacidos de la valentía son de los que no se olvidan.

2 comentarios:

  1. La valentía no es la única virtud, pero es sí, la más importante. Y la coherencia es complicada. Pero quizá eso nos debería hacer reflexionar.
    Es mejor seguir con el pensamiento que no somos capaces de cumplir o quizá sería mejor establecer un sistema diferente y más realizable.
    Si no soy capaz de dejar el coche en casa, puedo seguir defendiendo un sistema que me pide dejar el coche, o quizá lo más sensato sería pensar que quizá ese no es el camino.
    Un saludo Laura.

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    1. Gracias por comentar Iván. Como yo lo veo, el sistema actual es perfectamente realizable: nos incita a consumir y derrochar sin preocuparnos por las consecuencias. De hecho, es lo que hacemos. Otra cosa es que no sea sostenible a largo plazo (como muchos creemos). Lo que pasa es que es un sistema irracional; reflexionando, casi todos estamos de acuerdo en que obramos mal. En la medida en que la gente sigue las directrices del sistema, se vuelve incoherente (pues piensa que lo mejor es obrar de otra manera). Ante esto, hay dos opciones: seguir siendo incoherentes y asumirlo, o empezar a construir un modo de vida acorde con lo que pensamos. Entiendo que estás defendiendo esto último, opción con la que estoy de acuerdo. Una tercera opción es cambiar la manera de pensar y buscar razones que apoyen nuestra práctica diaria. Pero es una vía que descarto por ser más irracional a la luz de los datos que tenemos sobre el impacto de nuestro modo de vivir.

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