lunes, 28 de octubre de 2013

Reflexionando a partir del efecto placebo y del efecto nocebo

Como amante de la objetividad, me fascina el efecto placebo. Tal efecto consiste en la mejora de un estado de enfermedad o malestar por parte de un sujeto cuando éste, de alguna manera, cree erróneamente que le está siendo administrada cierta terapia médica que incide directa y positivamente sobre sus síntomas. Así, por ejemplo, un paciente aquejado de alguna dolencia al que se le administra la socorrida agua con glucosa, haciéndole creer que se trata de un medicamento para su afección cuando no es así, sufre el efecto placebo si experimenta una mejora tras la ingesta. Como se sabe, el efecto placebo es un efecto muy comprobado y extendido. Pero eso no es todo; también existe el efecto nocebo. Este efecto complementa al efecto placebo y consiste en el empeoramiento del estado de salud o bienestar cuando el paciente (o, mejor, su cerebro) está convencido equivocadamente que ha sido objeto de algún tratamiento que causa ese empeoramiento. Así, por ejemplo, se produce el efecto nocebo cuando un paciente espera que cierto fármaco que ha tomado, digamos, y que es realmente inocuo, empeorará sus síntomas y, efectivamente, así sucede.

Pues bien, hasta hace poco pensaba que el efecto placebo y el nocebo se producían por la asociación consciente, explícita por parte del sujeto, entre la información de una mejora si toma cierta sustancia y la mejora que se produce tras tomar la sustancia. Es decir, creía que el efecto placebo y el efecto nocebo existían en virtud de cierta creencia consciente, racional, de la gente: la creencia que su estado mejoraría, o empeoraría, si tomaban algo que una autoridad sanitaria les aseguraba que mejoraría o empeoraría, respectivamente, su estado. Sin  embargo, me sorprendió un tanto enterarme que, tanto el efecto placebo como el efecto nocebo, no afectan sólo a los seres humanos adultos. También pueden afectar a los niños pequeños y a los animales. Esto da a entender, contra lo que yo había creído, que estos efectos no dependen meramente de las expectativas racionales y conscientes que los sujetos tienen, sino que dependen más bien de cierto aprendizaje condicionado fruto de las experiencias previas ante tratamientos médicos. Cuando, por ejemplo, un animal ha experimentado en diversas ocasiones que, tras aplicársele un cierto acto médico, su estado mejora, pasa a ser susceptible de sufrir el efecto placebo ante ese tipo de acto médico (la administración de una inyección, pongamos por caso). Se podría decir, entonces, que tanto el efecto placebo como el nocebo son casos particulares del fenómeno más general que es la respuesta condicionada.

Así que, después de todo, los efectos placebo y nocebo son otra prueba más del gran poder que tiene nuestro cerebro inconsciente para gobernar nuestro comportamiento o nuestras respuestas ante ciertos estímulos. A mucha gente le maravilla que haya un cerebro instintivo, inconsciente, trabajando desde la sombra. A mí también, pero eso no debe cegarnos de manera que acabemos otorgándole más peso del que realmente tiene en nuestro comportamiento. Volvamos al efecto placebo; el placebo funciona como resultado de una respuesta condicionada no necesariamente racionalizada. Sin embargo, el efecto placebo tiene sus límites. Como marca el protocolo, todo pretendido remedio o medicamento contra alguna dolencia o síntoma de enfermedad debe enfrentarse al placebo y superarlo en eficacia para ser admitido. Las asociaciones erróneas, aunque provengan de la poderosa mente inconsciente, sucumben ante las asociaciones certeras, las que descubre el cerebro racional y consciente.

4 comentarios:

  1. Muy interesante tema Laura.

    El subconsciente tiene un gran poder y ejerce una gran influencia sobre nuestros comportamientos y reacciones ante el medio por lo que opino que su estudio merece toda nuestra atención para no ser meras comparsas de reacciones automatizadas y poder de esta forma dirigir de la forma mas consciente posible nuestras vidas.

    Saludos!

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  2. Gracias por participar y por tu reflexión, Juan. Quizá tendría que haber matizado la diferencia entre el inconsciente y el subconsciente (para otro post...), pero lo interesante, como dices, es conocer nuestro cerebro para llegar a vivir de la forma más consciente posible.

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  3. Interesante artículo, se deduce que el efecto placebo es el resultado de la fe, una fe que mueve montañas…
    El efecto placebo ¿Es individual? Al ser la fe la que mueve el resultado, ¿Existe el efecto placebo en grandes masas (naciones)? De ser así, se deduciría una fe nacional…
    Entonces, deduciendo más, las políticas de descrédito y maledicencia son nocebos dañinos que buscaría la destrucción de la nación…

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    1. Yo no diría que el efecto placebo es el resultado de la fe (recuerda que también se da en animales y niños pequeños). Es el resultado de cómo funciona nuestro cerebro ante la repetición de determinadas experiencias. Y, en principio, el cerebro es un órgano individual aunque con grandes semejanzas entre un cerebro y otro. Quizá sí puede existir un efecto placebo y un efecto nocebo a nivel colectivo, aplicado fuera del campo de la medicina, pero, en principio, desvinculado de la fe (o eso creo). Gracias por participar, Avalón.

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