jueves, 10 de octubre de 2013

Elogio de la abstención

Un error habitual es hacer algo cuando es mejor no hacer nada. Abstenerse, omitir, dejar de lado, ignorar, pasar olímpicamente de algo, son muy buenas opciones en determinadas situaciones. Como ya empieza a ser habitual en este blog, paso a exponer un listado con algunas de estas situaciones:

(i) Una primera situación clara se da ante la tentación de consumir innecesariamente. Lo mejor, entonces, es abstenerse. Hay gente que tiene la idea que comprando esto y no aquello está ejerciendo su máximo poder como consumidor y enviando ciertos mensajes a las empresas comercializadoras. Aunque las decisiones sobre lo que uno compra son importantes y, efectivamente, pueden tener consecuencias, no hay que perder de vista que la máxima libertad, independencia y poder sobre las marcas (esto incluye todo, también las marcas blancas) es prescindir de ellas si no las necesitamos –y no las necesitamos.

Pero la abstención no sólo nos evita despilfarrar dinero y trabajo, además es un modelo de actuación muy recomendable en otros ámbitos de la vida:

(ii) Cuando se trata del cuidado y el respeto por el medio natural, lo mejor es abstenerse de pisarlo. Y si se pisa, lo mejor es no tocar nada. Y si se toca algo, lo mejor es hacerlo sabiendo lo que se hace. Y aun así, generalmente, la mejor manera que tenemos los urbanitas de mostrar respeto por el campo es dejarlo tranquilo. ¡Hay tanto amante de la naturaleza al que le gusta meterse por caminos forestales con su 4 x 4!

(iii) Otro ámbito en que muchas veces es recomendable la abstención es en la educación de los hijos. Un profesor mío confesó un día en clase que nunca había puesto un horario de llegada a sus hijos, y éstos jamás se habían extralimitado. Dejar hacer a alguien demostrando confianza es muchas veces la manera de hacerle responsable. Tan importante como lo que hacen los padres por sus hijos es lo que dejan de hacer.

(iv) En el tema de la salud, evitar lo peor puede ser, en ocasiones, el camino más directo y sencillo para conseguir lo deseable. Así, por ejemplo, respecto a la alimentación, casi mejor que comer mucha verdura es dejar de comer guarrerías como los productos altamente procesados. Eliminando lo malo no sólo nos libramos de los perjuicios que causa, sino que dejamos un sitio vacío para que algo mejor lo reemplace. No perjudicarse puede acabar siendo más útil que hacer lo mejor en ciertas ocasiones sin lograr evitar lo peor en otras.

(v) Una forma de abstención saludable y práctica es abstenerse de opinar. No siempre es recomendable dejar ir nuestra opinión ante cualquier audiencia, especialmente si no es una opinión convencional. Muchas veces, callando evitamos hacer daño, sentirnos incomprendidos o, sencillamente, hacer el tonto. Una de las cosas más enervantes es ver a alguien tratando de hacer entender algo que el interlocutor nunca va a comprender (básicamente porque no tiene la motivación suficiente para comprenderlo).

(vi) En último lugar, la forma más obvia de abstención, en la que todos pensamos inmediatamente: la abstención a la hora de votar en unas elecciones. Digan lo que digan, no por dejar de votar uno pierde el derecho a quejarse, ¡faltaría más! Si no te gusta ninguno de los elegibles, o si no quieres que nadie te represente, la mejor opción es no elegir a nadie.

Un defecto que se suele asociar con la abstención es que es algo costoso psicológicamente porque tiene un carácter negativo. Imponerse la abstención de consumir tontamente, de perjudicarse la salud, de opinar, es imponerse prohibiciones y esto no suele resultar a larga, o se hace muy penoso. Sin embargo, cuando hay razones motivadas tras esas prohibiciones, abstenerse se vuelve algo fácil y liberador. Uno cambia.

4 comentarios:

  1. Hola Laura: coincido en gran parte de tus puntos de vista sobre el "dejar de hacer" respecto del "hacer, hacer y hacer" de esta sociedad postmoderna. Sin embargo, Sobre temas como expresar las opiniones tengo algunas de mis reservas, puesto que si bien no se puede andar pontificando y diciendo cuanta cosa se ocurra en efecto se puede quedar mal. Pero la otra cara de la moneda es que muchas veces, por abstenernos de expresar lo que vivimos o sentimos, eso en extremos se convierte en una bomba de tiempo que nos puede causar frustraciones y desencadenar situaciones poco edificantes. Creo que la clave está en el manejo de un equilibrio más de que privarnos y ser demasiado austeros con nosotros mismos.

    Un saludo, sería interesante que hablaras un poco más de ti. ¿Tienes twitter o algún otro medio de contacto?

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  2. Hola Freddy! Gracias por comentar. Seguramente tienes razón en tus puntualizaciones; yo ahora estoy en un momento personal en que a veces (no siempre) el silencio me parece lo más prudente ante una posible falta de entendimiento, pero, como dices, que cada uno busque su punto de equilibrio...
    Puedes contactar conmigo por mail: lauraort989@gmail.com (ver mi perfil), o por Twitter (usuario: lauraort989).

    Saludos

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  3. Dejar que tus hijos vengan cuando quieran es un error. Si no les das unas directivas o reglas claras (eres su referencia) lo serán las influencias externas, de hecho ya lo son, tienen más influencia que tu mires como lo mires…
    El problema es que a nuestros hijos los educa el estado, la sociedad o los religiosos…todos menos tú.

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    1. Bueno, esa es tu opinión (que agradezco enormemente). A mí me vino muy bien la gran libertad que disfruté de niña, creo que me hizo muy responsable. Yo nunca tuve hora de llegada y siempre llegué a una hora decente. Ahora bien, esto no quiere decir que no haya que dar ninguna directriz a los hijos o que lo de la hora sea aplicable a todos los niños. Simplemente que quizá no haya que darles tantas directrices como pensamos. Sobre el último punto, se plantea la cuestión, muy interesante, de quién tiene la responsabilidad de educar a los niños. Voy a pensar en ello.

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