El otro día vi un anuncio de la
agencia F en que esta se presentaba como difusora de “contenidos de información
y entretenimiento”. Esta asociación de la información y el entretenimiento me hizo
pensar inevitablemente en cómo la primera ha quedado subsumida bajo la segunda.
Aunque el eslogan de la agencia F, en tanto que agencia que pretende ofrecer una
imagen seria, separa o yuxtapone ambas cosas, la realidad es que la información
se ha transformado en otra forma más de entretenimiento. Es obvio que no
ponemos las noticias para informarnos sobre cómo va el mundo. Si quisiéramos
esto último, buscaríamos diversas fuentes alternativas, compararíamos las
informaciones, haríamos un seguimiento de ciertos sucesos, etc. Cuando ponemos
las noticias, buscamos un rato más de esparcimiento, exactamente igual que
cuando ponemos una serie o una película. Esta consideración de la información
tiene unas consecuencias nefastas.
(ii) Otra consecuencia, también muy
comentada, del tratamiento de la información como un entretenimiento es la
pérdida de la sensibilidad que debería acompañar al conocimiento de ciertos
acontecimientos. Las hambrunas, las catástrofes naturales, los problemas
sociales, la violencia extrema, son algunos de los casos que a menudo salen en
las noticias y ante los cuales nos quedamos impasibles. La insensibilización
procede de una serie de factores que se dan en el tratamiento de la
información. Uno de esos factores es la banalización en la presentación de
hechos graves, que se aprecia por ejemplo en la sonrisa estúpida del
presentador del hecho en cuestión o en la yuxtaposición de una noticia seria y
una frívola sin solución de continuidad. Pero, claro, esto se hace ¡por mor del
entretenimiento! Otro factor que contribuye a la insensibilización es la falta
de un análisis de la situación. Ante las grandes desgracias, los medios se
limitan a mostrar y describir una parte, la más superficial, y parece que todo
ocurre porque el mundo es así. Y,
ante la fatalidad, nos volvemos insensibles, preferimos no implicarnos en el
asunto pues no hay nada que hacer.
También la repetición hasta la nausea de ciertas imágenes morbosas (siempre y
cuando sean de gente lejana) contribuye a la insensibilización general del
consumidor de información.
(iii) Por último, el considerar la
información como un objeto de entretenimiento implica hacer amena, como sea,
esa información. Una información pesada, muy larga, difícil de entender, sin
variedad, no es una buena candidata para el esparcimiento. Cualquiera que haya
visto un telediario sabe que a cada noticia no se le dedica más de tres o
cuatro minutos, jamás se profundiza en las causas, se presentan unas tras otras
sin más, se ofrecen cada día noticias de diversos ámbitos (política,
internacional, economía, deportes, cultura, etc.). Es decir, se ofrece un
popurrí superficial, ligero y, a poder ser, levemente sensacionalista. Esta
exigencia de variedad y ligereza es la que también impide que, llegados a un
cierto punto, un tema -por ejemplo, una guerra- que se ha tratado canse y se
abandone por un tiempo. La consecuencia es que el seguimiento de una noticia se
hace atendiendo a criterios de entretenimiento de la audiencia potencial.
Creo que en todos los puntos que
hemos tratado, los medios (o sea, los periodistas) tienen más culpa que los
consumidores de la información. La tarea autocrítica que se impone a los
periodistas es urgente. Pero los espectadores no debemos de aceptar la pésima
información que nos ofrecen. Tenemos que asumir que, aun fuera del trabajo, no
todo el tiempo de ocio puede ser mero entretenimiento tonto.
Magnifica exposición de una realidad, pero apostillaría el que los periodistas han dimitido de su vocación y han trocado en empleados, con la consecuencia que escriben al dictado, y el dictado quiere un cuadro a medida.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias Alberto Antonio. Comparto tu opinión sobre la práctica periodística actual (al menos la mayoritaria).
EliminarUn abrazo