Hace un tiempo escuché – creo que
por la televisión- que una de las diferencias más relevantes entre un ordenador
y un cerebro es que, aunque se puede programar al primero para que identifique
ciertas imágenes de objetos, el ordenador no tiene una composición coherente del mundo y el cerebro, sí.
Por ejemplo, si, en una imagen de un paisaje, colocamos en el cielo una zapatilla
voladora junto a los pájaros, el cerebro sabe reconocer inmediatamente que la
zapatilla en esa situación es algo incoherente.
En cambio, y pese a que un ordenador puede estar programado para reconocer una
zapatilla entre otros objetos, no puede detectar si esa zapatilla que ha
reconocido como tal está o no de manera adecuada
entre las demás cosas. Es decir, un ordenador no puede detectar, al menos
de momento, si una imagen de un conjunto de objetos presenta alguna
incoherencia del tipo comentado. Un ordenador no sabe qué es lo que se puede
esperar y lo que no se puede esperar en un contexto dado.
Esta extraordinaria capacidad que
tenemos puede presentar también ciertas desventajas, pues el contexto en que
aceptamos o no algo como coherente también incluye el contexto histórico que
nos ha tocado vivir. Así, imaginemos la sorpresa de los primeros que vieron o
imaginaron que un artefacto de muchos kilos hecho por los hombres podría
sostenerse y desplazarse por el aire durante mucho tiempo. Ahora vivimos en una
época en que es coherente la imagen del hombre pisando la luna (bueno, quizá no
todavía para todo el mundo), pero hasta hace poco esto habría sido rechazado
como una incoherencia. Así que comprender ciertos contextos puede depender del
momento histórico en estemos.
¿En qué momento nos encontramos
ahora? Bueno, en un momento en que hemos llevado casi hasta el límite la
capacidad de producción del planeta en todos los niveles. Estamos explotando
los campos, los mares, los bosques, los recursos naturales en una medida que se
ha vuelto insostenible a medio plazo. Creo que todos nos podemos hacer una
composición mental clara de la situación. ¿Haremos como el ordenador y
consideraremos cada elemento –el consumo excesivo, el agotamiento de los
recursos, la pobreza de algunos, el despilfarro de otros, la extinción de
especies y hábitats, junto con nuestra esperanza de un futuro mejor- como
elementos separados, inconexos, que sucede
que se presentan juntos? ¿O analizaremos la situación como lo haría un cerebro
humano ante una imagen, reconociendo que ciertas cosas -el consumo excesivo, el
agotamiento de los recursos, la pobreza de algunos, el despilfarro de otros, la
extinción de especies y hábitats -forman un todo mientras que otras- la
esperanza en un futuro mejor- representan una incoherencia colocadas junto a
las primeras?
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