En este blog se defiende una vida
racional. El punto de partida asumido es que somos seres racionales y el uso de
la razón es conveniente. Ahora bien, no es fácil especificar en qué consiste la
racionalidad deseada. Tiene que ver con la coherencia, la sencillez, el sentido
común, la prudencia, la crítica, el pensamiento lógico, el razonamiento. Y
también con un cierto respeto a la propia naturaleza. Más fácil que definir la
racionalidad es dar ejemplos de actitudes o acciones racionales que se han
expuesto muchas veces en este blog. Así, es racional no consumir
innecesariamente, ser crítico ante ideas raras
o evitar complicaciones absurdas. Y también es racional procurar cuidarse,
estar atento al propio cuerpo o buscar cierta armonía con la naturaleza. Pero
seguramente lo más distintivo de la racionalidad es el reconocimiento y la
aceptación del mejor argumento, rasgos que quizás no han sido propiamente
ensalzados aquí y de los que hoy quiero hablar.
Cualquiera que esté mínimamente
familiarizado con las razones esgrimidas a favor del sexismo, el clasismo o el
racismo sabe que ninguna de ellas se sostiene. Son muy malas razones. Ser
racional es despreciar los argumentos falaces y no aceptar una tesis si no hay
evidencia para ello. La racionalidad no es completa si no se decanta siempre
por el mejor argumento. No basta con respetar algunos preceptos racionales.
Me ha gustado bastante, me quedo especialmente con “La mejor razón para no ser racista, sexista o clasista, más allá de los argumentos positivos, es que no hay ninguna buena razón para serlo”, aunque alguien que desea la discriminación positiva aduzca que la discriminación es buena, pero por ello mismo esa persona no es racional.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias por tu comentario Alberto Antonio.
EliminarUn abrazo