viernes, 28 de febrero de 2014

¡Cuidado con el materialismo!

A menudo oigo críticas contra el materialismo de la gente hoy en día. Con ‘materialismo’, estos críticos se refieren (por lo que dan a entender y se puede adivinar) a algo así como el apego y el amor desproporcionados a los bienes materiales. Contra estas críticas, tengo poco que decir. Es cierto que solemos dar más importancia de la que tiene (o debería tener) a ciertas posesiones materiales prescindibles. Esto hace que ansiemos objetos innecesarios que no tenemos, que valoremos a los demás por lo que tienen, que sintamos un gran vínculo con nuestras posesiones, y una serie de otras cosas poco racionales. En este sentido, ser materialista no es deseable. Pero el término ‘materialismo’ tiene otra acepción que sí hace que sea deseable y sensato ser materialista.

Esta otra noción del término es más teórica, pero como está casi ya tan extendida como la noción más vulgar y popular que hemos visto, hay que tenerla en cuenta (para evitar malentendidos) cuando afirmamos que no somos materialistas. Según esta noción más teórica, el materialismo es una corriente de pensamiento que propugna la prevalencia de la materia sobre el pensamiento o el espíritu: la materia es la base sobre la que surgen las propiedades de tipo espiritual. Sin condiciones materiales, no hay pensamiento, pues éste no es más que cierto estado superior de la materia organizada. Este materialismo no sólo es defendido hoy en día por la ciencia en general –y la ciencia es el paradigma de la sabiduría- sino por la sensatez y la prudencia[1]. Esta visión materialista del mundo es la que propugnaron, entre otros, pensadores como Feuerbach, Marx o Nietzsche.

No hay que olvidar que lo material no es sólo la colección de objetos que compramos y acumulamos, la materia es algo mucho más amplio, incluye nuestro cuerpo y lo que conforma el universo[2]. Todos somos materiales, y deberíamos ser materialistas, pues las condiciones materiales posibilitan todo lo demás. Aprendemos porque tenemos sentidos, vivimos porque nuestro cuerpo intercambia fluidos y nutrientes con el medio que nos rodea, sentimos porque tenemos nervios y cerebro. Sin las condiciones materiales adecuadas, ningún ser humano (ni ningún otro ser vivo) puede desarrollarse en su plenitud. En el caso de los seres humanos, el pensamiento nos parece lo superior, pero lo superior depende de la base. Y la base es la materia. Un niño desnutrido nunca podrá llegar a ser un Mozart. Sobre las condiciones materiales indispensables se construye lo demás. Procurarse las condiciones materiales apropiadas es la mejor inversión en uno mismo.

Este materialismo filosófico es diferente del materialismo entendido en sentido vulgar, aunque quizá no es descabellado pensar que puedan mantener alguna oscura conexión (la normal y necesaria inclinación al bienestar material como base de cualquier otro tipo de bienestar puede degenerar y confundir los cuidados que uno debe procurarse). Aquí es donde la razón entra en juego para delimitar lo necesario de lo superfluo. De todos modos, lo que me interesa destacar es que, si queremos proclamar que no somos materialistas, debemos matizar bien lo que queremos decir, o nuestro interlocutor puede pensar que nos oponemos al materialismo filosófico (pues esta noción teórica ha llegado a ser tan popular como la noción más vulgar). Despreciar lo material nos puede parecer profundo pero, considerando qué es y qué supone la materia realmente, indica precisamente falta de profundidad. Sobre todo, cuando se pretende oponer el materialismo a la espiritualidad[3]. Cada vez que oigo a alguien criticar el materialismo, sin más matizaciones, para alabar la espiritualidad, me chirrían los oídos. El materialismo, en su sentido teórico, no sólo es compatible con cualquier idea que tengamos de espiritualidad sino que acepta todo lo espiritual plenamente: lo integra como una propiedad emergente de la materia. Y esto parece lo más sensato: no tenemos ningún indicio racional para creer que hay espíritus o mentes fuera de un sustrato material.




[1] Dejo para otro post la defensa racional de la ciencia y del materialismo.
[2] Dejaremos de lado el tema de la anti-materia (modo chiste malo on).
[3] Uso este término porque es el más normalmente usado para oponerlo a ‘materialismo’; sin embargo, prefiero el término ‘lo mental’ o ‘mente’ porque me resulta más neutral.

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