En un artículo que leí hace poco y
que hablaba sobre la importancia de no tirar comida y aprovechar los restos, se
decía que las abuelas, sin ser conscientes, ya practicaban la cocina de
aprovechamiento (pues, por ejemplo, hacían croquetas o canelones con la carne
que había sobrado del día anterior, o compota con la fruta muy madura). Esto me
hizo pensar que el hecho de explicitar o ser conscientes de ciertas cosas es
indicativo de algo. Me explico. En cierto sentido, nuestras abuelas no hacían cocina de aprovechamiento, hacían cocina
a secas, cocina normal. Esta ya
suponía que no se tiraba nada, y esto no implicaba ningún concepto o práctica novedosos.
Es después, cuando tirar las sobras de la comida empieza a convertirse en algo
normal, cuando se empieza a hablar de cocina de aprovechamiento como algo
parecido a lo que se había hecho siempre (no tirar la comida mientras sea
aprovechable de alguna manera). Lo que antes se hacía de manera inconsciente,
pues se suponía la práctica habitual, ahora tiene que ser algo premeditado,
nombrado, explicitado. Y esta diferencia ya es indicativa.
Así que, en ocasiones, como en los
casos que hemos visto, la inconsciencia, el automatismo de ciertos actos puede
ser un signo de salud, de normalidad. Muchas veces, la degeneración que apreciamos
en ciertos ámbitos, incluso teóricos, se debe a este mismo fenómeno. Por
ejemplo, en pedagogía. En los últimos enfoques que se hacen desde esta
disciplina, se explicitan actitudes o características que debe de tener el
profesor (empatía, respeto por las opiniones de los alumnos, capacidad de
invitar a la participación, etc.) de manera que el mismo hecho de explicitarlas,
antes que reflejar un ejercicio de reflexión sobre la práctica docente, refleja
que eso que se destaca es algo que no se tiene interiorizado (igual que, el que
tiene que pensar cómo dar los pasos para caminar bien, no tiene el
procedimiento automatizado del todo). Pero, además, tener que explicitar lo que
tendrían que ser obviedades o automatismos nos desvía del objetivo principal:
en el caso de la cocina, cocinar bien y de forma saludable; en el caso de la
docencia; transmitir con claridad ciertos conocimientos. Pero como hay que
estar recordando lo que tendría que estar asumido, al hablar de cocina se
pierde el tiempo hablando de la conveniencia de aprovechar los alimentos, y al
hablar de la docencia, se pierde el tiempo destacando que, por ejemplo, el
profesor debe atender las dudas de los alumnos. Al final, parece que, cuando se
trata de cocina, lo menos importante es cocinar, y, en los manuales de
pedagogía, parece que transmitir contenidos sea la tarea menos relevante del
profesor. Así que no explicitar algo no tiene por qué significar desconocimiento
o falta de atención o carencia. No siempre lo que se hace inconscientemente es
irracional. A veces, se trata de conocimientos o usos tan interiorizados que
pasan a automatizarse de manera que no es necesaria nuestra consciencia para
llevarlos a cabo. Y así nuestras fuerzas más conscientes pueden centrarse en lo
importante y difícil verdaderamente.
Muy de acuerdo con tu magnifico artículo. Solo has sacado a la superficie la punta del problemas, que como no se te oculta es global y total.
ResponderEliminarSomos conscientes de que hemos hecho mal, de ahí el volver atrás explicitando.
Un saludo amiga Laura.
Gracias por tu participación Alberto Antonio. Sí, el fenómeno se da en muchas áreas diferentes, tanto teóricas como prácticas. Como comentas, la parte menos negativa es que el fenómeno implica que nos damos cuenta de que nos hemos desviado de lo correcto. Pero lo más importante sería detectar las causas de esa desviación. El ser humano es un misterio pero hay que intentar entenderlo.
EliminarEso pensaba yo, que el ser humano era un misterio. Pero no lo es, es muy previsible, todo se reduce a las improntas de animal que somos: comer, copular y morir.
EliminarSolo nuestro raciocinio, nuestra psiquis, nuestro espíritu nos aparta del animal puro que somos, es ése el que se dá cuenta de que no vamos por el camino correto, y el que trata de rectificar.
Un abrazo
Bueno, no creo que todo se reduzca a nuestra faceta animal (y, por otro lado, los animales tampoco son del todo previsibles). Tampoco creo que esté claro que siempre que nos desviamos del camino correcto sean nuestros impulsos animales los culpables. A veces el ser humano presenta un gusto por el mal difícil de entender y explicar, e inédito en el resto de animales. Seguimos siendo un misterio para nosotros mismos pero me parece que la mejor arma para enfrentarnos al misterio es la razón.
EliminarUn abrazo Alberto Antonio
A veces el ser humano presenta un gusto por el mal difícil de entender y explicar, e inédito en el resto de animales.
EliminarDesde luego la capacidad de hacer el mal por el gusto de hacerlo, del ser humano, no tiene parangón en el mundo animal, solo encuentro explicación en la espiritualidad, los creo poseídos por un demonio del mal.
El animal solo sigue su impronta, no puede hacer otra cosa, no tiene libre albedrío.
El ser humano (sin estar claramente poseído) al seguir solo su impronta animal se aparta de su espiritualidad, se abandona al mundanismo, se goza en la concupiscencia, y es cuando yerra el camino. Por esas razones siempre le hecho la culpa a la “animalidad” en el ser humano, aunque quizás sea injusto con los animales, pues ellos no son concupiscentes (al menos la mayoría, salvo quizás algunos primates).
Un abrazo