martes, 11 de marzo de 2014

Vivir sin tarjeta de crédito

Una de las pequeñas cosas que más me exaspera es que las personas que van delante en la cola de alguna tienda paguen con la tarjeta de crédito una compra de 12 euros. Estas operaciones siempre ralentizan la espera. Pero lo peor, claro, es que pagar con tarjeta beneficia a los bancos. Como se sabe, los bancos pillan un porcentaje del gasto que hacemos al comprar con tarjeta (por eso, entre otras cosas, algunos establecimientos no aceptan los pagos con tarjeta). Algunos alegan que pagar con tarjeta también es cómodo para el usuario (no tiene que llevar dinero encima) y, además, es más seguro. Bueno, me parece que, para las cantidades que manejamos en el día a día, no es nada incómodo ni arriesgado llevar el dinero encima y prescindir de tarjetas… Yo lo hago.

Comodidad y seguridad al margen, la realidad tras el predicamento de las bondades de las tarjetas de crédito es otra: interesa su uso porque fomenta o facilita el consumo y, a la vez, nos hace dependientes de los bancos. Tal como se ha destacado a veces, pagar con tarjeta no nos hace tan conscientes del gasto, pues no tenemos delante el dinero material que hemos gastado; como pagamos con dinero virtual (aunque con efectos plenamente reales) y no va disminuyendo su cantidad en el bolsillo a medida que vamos pagando, es más difícil poner freno al impulso de comprar llegado un cierto momento. Además, al pagar con tarjeta durante toda una tarde de compras, perdemos la cuenta fácilmente del dinero que llevamos gastado en total, y podemos creer que aún no hemos gastado mucho cuando no es así. Pero el verdadero problema del pago con tarjeta es el crédito -casi nadie paga con tarjeta de débito… Aquí es donde entra la dependencia de los bancos por nuestra parte: compramos a crédito. Y el crédito actualmente está monopolizado por los bancos.

Si dejáramos de comprar a crédito, empezaríamos a dejar de depender de los bancos. Habría que comprar únicamente aquello que se puede pagar en el momento porque se dispone de dinero suficiente como para no pasar penurias. Esto vale tanto para las compras más cotidianas como para las compras más grandes y excepcionales (vehículos, viajes, etc.). E implica, claro, haber ahorrado (a menos que tengamos una fuente de financiación diferente del banco, cosa harto difícil). Mientras ir tirando del crédito bancario nos siga pareciendo una forma normal y no pervertida de vivir y de consumir, los bancos tendrán el monopolio del crédito y de la forma de usarlo y pagarlo. Vamos, que nos podemos ir despidiendo de un dinero electrónico que no esté controlado por los bancos. Porque el dinero electrónico es, probablemente, el futuro del dinero, y todos acabaremos pagando con tarjeta hasta media docena de huevos. Sería estupendo que esa forma de dinero no estuviera asociada con los bancos, con la tiranía que eso conlleva, sino a otras realidades que podrían surgir (que cada uno intente pensar alternativas a las entidades privadas con ánimo de lucro que son los bancos). El único inconveniente es que, en un escenario diferente, habría que seguir esperando en la cola mientras el aparatito envía los datos de la tarjeta a una central…

4 comentarios:

  1. yo tampoco tengo tarjeta y no me hace falta. un abrazo

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  2. Esta semena he cancelado la uunica tarjeta de creedito que teniia. Al llamar me intentaron convencer de lo contrario, alegando que si queria comprar algo y no disponiia del dinero, coomo lo hariia?? Mi respuesta fue obvia, solo para mi, por supuesto. Si no hay dinero, no hay compra. Faacil, no? Con lo bien que se duerme sin deudas!

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