jueves, 30 de enero de 2014

Tres concepciones extrañas: Europa, América y la democracia

Hoy vamos a reparar en tres ideas a las que estamos muy acostumbrados pero que resultan cuando menos chirriantes si nos paramos a pensar en ellas un momento: Europa como continente, el descubrimiento de América y la democracia como sufragio universal. Si nunca te han parecido extraños estos conceptos, presta atención a lo que sigue.

Empecemos por Europa como continente. En el colegio nos explicaban que un continente es, grosso modo, un gran bloque o extensión de tierra que está geográficamente separado o diferenciado de otros grandes bloques. Con esta idea en mente y mirando un mapamundi, América, por ejemplo, parece ser un continente (al menos uno; ¿quizá dos?). África, por poner otro caso, también parece ajustarse a la idea de continente. Pero ¿Europa? Desde un punto de vista de grandes bloques geográficos, Europa no es un continente; más bien, es el apéndice de un continente, Asia. Algunos dirán que los motivos que justifican la inclusión de Europa entre los continentes no son motivos geográficos sino culturales. Pero este razonamiento no es convincente. Si la dsitinción cultural fuera otro criterio para demarcar continentes, en África habría varios de ellos. Más bien, la consideración de Europa como continente parece responder al viejo y conocido eurocentrismo de unos seres que han dominado el mundo en los últimos siglos y han impuesto la división en continentes: los europeos. Fuera de ese eurocentrismo, no hay ninguna buena razón que justifique la idea de Europa como un continente mientras que otros territorios no merecen tal consideración. Últimamente se oye el término ‘Eurasia’ para referirse al bloque formado por Europa más Asia. Creo que es más correcto; sin embargo, se sigue notando la resistencia a abandonar toda euroreferencia.

Siguiendo con un caso parecido, los europeos solemos hablar del descubrimiento de América. Sin embargo, como todos sabemos, América ya estaba descubierta. Los pueblos que habitaban esa zona llevaban allí muchos siglos antes de la llegada de Colón. Para disculpar el empleo del término ‘descubrimiento’, algunos apelan a que se sobreentiende que se trató de un descubrimiento para los europeos. Pero esta justificación no hace más que poner el dedo en la llaga del problema: lo que es un descubrimiento para los europeos se considera un descubrimiento a secas (con independencia de lo que resulte para otros pueblos). Y esto, fuera de una visión etnocéntrica, no parece razonable. Si mañana descubriéramos que alguien antes de Alexander Fleming descubrió la penicilina, sería injusto continuar refiriéndose a Fleming como el descubridor de  la penicilina. Del mismo modo, seguir hablando del descubrimiento de América es una inexactitud. Y otra muestra de que los europeos nos consideramos el ombligo del mundo.

Por último, consideremos otra idea: la democracia como sufragio universal. Una de las características que solemos asociar con la democracia es el sufragio universal (la idea de un hombre, un voto). Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Desde las antiguas formas de democracia hasta las más modernas, nunca ha habido sufragio universal. El derecho al voto siempre ha sido un derecho para los ciudadanos de pleno derecho; es decir, aquél que, por el motivo que fuera, no era considerado ciudadano no podía votar. En la antigua Grecia, por ejemplo, los esclavos y las mujeres no podían votar. ¿Significa esto que algunos ciudadanos no podían participar en la vida pública? No, pues los excluidos no eran considerados ciudadanos; los ciudadanos propiamente sí podían dedicarse a la política. En épocas posteriores, el derecho a voto también ha estado restringido a los ciudadanos de pleno derecho, por ejemplo, a los propietarios. Hoy en día, la democracia tampoco implica sufragio universal: determinadas personas, calificadas de ‘inmigrantes ilegales’, no pueden votar en un determinado territorio aunque lleven mucho tiempo viviendo allí porque carecen de ciertos derechos. O los menores de edad tampoco pueden votar. Quizá es comprensible que no pueda votar un niño de 2 años, pero ¿por qué no pueden votar –y sí trabajar en muchos países- las personas de 17 años? Cuando hablamos de sufragio universal, estamos hablando de un universo reducido: el de los ciudadanos de pleno derecho. Este universo nunca ha coincidido con el de todos los individuos (ni siquiera con el de todos los individuos en plenitud de sus facultades mentales y mayores de 12 años).

En general, todas las sociedades, pueblos y seres humanos son egocéntricos, no sólo los europeos. Lo que sucede es que los europeos han dominado el mundo durante mucho tiempo y han podido imponer su visión de las cosas, situándose en el centro de las referencias. El pueblo que tiene el poder es el que se pone a sí mismo como continente aun sin cumplir los criterios que para ello debe reunir cualquier otro territorio; el pueblo que tiene el poder se califica a sí mismo como descubridor de algo que ya estaba descubierto; las sociedades democráticas y sus ciudadanos de pleno derecho proclaman el sufragio universal, y así hacen que conste. Tenemos que identificar las ideas chirriantes, poco razonables, por usuales que sean, y ver de dónde proceden y a qué responden. No olvidemos nunca que estamos tratando de un ser que se autoproclama en la cumbre de los seres vivos, sin importarle si lo merece o no, y se autodenomina ‘Homo sapiens’.

2 comentarios:

  1. Buena reflexión y mejores preguntas, todo está bajo la clave del “centrismo” el egocentrismo, el euro centrismo y en religión el concepto homo centrista de Dios que lleva a tantas equivocaciones como los otros “centrismos”.

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    1. Desde luego la visión antropomórfica de Dios da para otro post... Muchos la denunciaron (Feuerbach, Nietzsche...) pero otros muchos no han querido atender a razones. Aunque, claro, la religión es una cuestión de fe, no de razón. En cambio, en las cuestiones tratadas en este post, la razón deslegitima esos egocentrismos.

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